MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 5 de Junio de 2013

Una generación narcisista

 

¿No es divino? Me pregunta una joven madre sobre su hijo de ocho años. No sé cuántas veces le he oído decirle al pequeño durante mi visita, ¡Eres divino! ¡Qué maravilla! ¡Qué hermosura! En fin, las alabanzas al niño no cesan de fluir de la boca de su madre y esto no es una caso excepcional, es la regla general, alabar y alabar para demostrar amor.

Desde hace unas décadas, cuando los psicólogos infantiles pusieron de moda estimular la autoestima de los hijos, los piropos y las alabanzas hacia los niños han ido en aumento hasta llegar a un absurdo exceso. No en vano los “Milenarios”, como podría llamarse a la generación de adolescentes y adultos jóvenes menores de 30 años, por haber nacido al rededor del Milenio, están completamente enamorados de sí mismos y convencidos de que son ¡lo máximo! Es esta la generación del yo, ¡yo primero! Yo maravilloso, así los criaron sus padres.

La generación narcisista por excelencia. Jóvenes que dedican su tiempo a tomarse fotos a sí mismos con sus teléfonos celulares, fotos haciendo gestos o bobadas, fotos vestidos, o desnudos. Ególatras consumados, que desean verse y auto-admirarse permanentemente. Además pasan horas enviándose mensajes de texto, sobre lo que hacen, donde, cuándo, cómo y se envían fotos y más fotos, naturalmente de ellos mismos. Según estudios, un joven envía y recibe unos 80 mensajes en el día. Creo que este número es equivocado, debe ser por lo menos el doble, los mensajes de texto y las redes sociales son su obsesión.

¿Y sobre qué más escriben? Sobre sí mismos, naturalmente. No sobre sus estudios, sus planes futuros, sus deberes y obligaciones. “Textean” sobre su cuerpo, sus compras y cuánto los aburren los adultos y otros seres humanos, todos, inclusive sus padres, sus hermanos, aun sus amigos. Porque esta generación, además de narcisista, es profundamente insatisfecha. Nada es suficiente para ellos.

Genios en la electrónica consideran este hecho como la cúspide de la sabiduría. Y, a los adultos, menos duchos en la tecnología, como unos “nerdos”, ignorantes, a los que no vale la pena escuchar o emular.

Tanto narcisismo tiene resultados adversos para esta generación. Cuando estos jóvenes llegan a competir en el mundo de los adultos y descubren que no son tan maravillosos, ni tan sabios, ni tan lindos, como sus padres les repetían y ellos se lo creían, el desinfle es tremendo.

En un mundo altamente competitivo, donde los empleos son cada vez más difíciles de hallar, estos jóvenes, para su contrariedad, descubren que para llegar a ser admirados, realmente exitosos, o, simplemente, para obtener un empleo decente, tendrán que estudiar, competir y trabajar muy duro. Entonces su frustración es abrumadora.

Einstein dijo: “Temo el día que la tecnología supere el contacto humano, ese día habrá una generación de idiotas”. ¿Habremos llegado a ese día? ¡Ojalá no!

El contacto amable y enriquecedor con adultos, no la adulación, es el mejor regalo que les podemos ofrecer a esta generación.