No sé qué nos pasa, pero los ciudadanos de bien seguimos creyendo que las cosas cambiaron. ¿Será que somos ingenuos? o a lo mejor estamos pensando con el deseo, pero la verdad es que los hechos muestran lo contrario, seguimos asistiendo a la aniquilación de servidores públicos sin el más mínimo miramiento. No es posible que nos esté sucediendo esto, observar que fuerzas oscuras se ensañan con la policía para hacerla blanco de sus ataques. No es justo ni aceptable. Llegó el momento de elevar la voz de protesta ante estas agresiones ya que una sociedad comprometida consigo misma no puede permitir que sus fuerzas del orden, defensores de su vida, honra y bienes sean violentadas, agredidas, ni irrespetadas y mucho menos inmoladas sin justificación. Representar el orden, defender la sociedad, e imponer armonía social, no puede ser motivo de resentimiento contra servidores.
De un tiempo acá se viene dando la singular manía de irrespetar a los miembros de la fuerza pública sin que este comportamiento tenga consecuencias, o repudio social, pues no percibimos sanciones, ni castigos para los agresores; solo pasados los sucesos inicia la Fiscalía investigaciones que apaciguan el atrevimiento y permiten aplacar las afrentas, pero la protesta social no se escucha, quedando siempre la actuación institucional en entredicho, por excesos e imprudencias operativas. ¡Dura realidad en verdad! Además nos hemos dado a la extravagancia de aplaudir la templanza y control de los hombres sometidos a la falta de respeto, atacados e injuriados, ¿será este comportamiento pasivo y medroso el respaldo que estos servidores necesitan? Permítanme recordarles a mis ambles lectores que los integrantes de la fuerza pública, en sus actuaciones, representan las administraciones, la autoridad, la ley y justicia y si estos servidores no son respetados se resquebraja el orden, dando paso al caos y la anarquía.
Hagamos memoria y recordemos soldados agredidos por campesinos e indígenas, que los vilipendian hasta el extremo, sin establecer su verdadero vínculo con el agro o los cabildos; recordemos los soldados amenazados con machete por supuestos campesinos. Son escenas vergonzantes para el país y la sociedad que, escondiendo su falta de compromiso, aplaudió la prudencia de sus servidores. Triste realidad.
Recientes hechos: cuanta de muertes lejos de enfrentamientos. En Buenavista, municipio de Santa Rosa, departamento de Bolívar un ataque a la estación deja dos muertos y en Barraquilla, Atlántico, cinco agentes del orden perdieron la vida ante la explosión de un artefacto de alto poder.
No hemos mejorado y estas actuaciones demandan medidas de protección para enfrentar esos ataques. L fuerza pública sigue en el ojo del enemigo. Siempre habrá enemigos y seguimos enterrado nuestros muertos pero nunca el dolor. Si la sociedad y las fuerzas vivas del país no se alzan, veremos unas instituciones mancilladas y un país fenecido.