Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Marzo de 2015

El Nadaísmo

 

El Nadaísmo criollo fue un grupo adicto al ludismo verbal, sin coherencia distinta a la jocosa diversión del instante. Salvo el notable poeta X-504, su aporte se redujo a dar ductilidad a la acartonada retórica del excluyenteFrente Nacional colombianode los años 60. Aunque ese ísmo fue apolítico tenía con ese Estado una simétrica armonía. Él era rígido, ellos laxos. Era solemne, ellos desabrochados. Era austero, ellos hedonistas. Su pose de crítica social no pasó de pretender purificar lo impúdico de lo real con la impudicia de la palabra. Y, en suma, parecían creer que podían liberar a los esclavos, divirtiéndolos. Esos literatí de gestos publicitarios remedados de los surrealistas, pasaron de jugar a los aguinaldos en provincia, a fumar marihuana en Bogotá. Y se dejaron ganar por la falacia que prefiere el reconocimiento al conocimiento. Si el formalismo intelectual puede llegar a ser  pedantería que no sabe romper con las fórmulas, fue simétrica la tarea facilista nadaísta para el sentir profundo o el pensamiento estructurado.

Al dar viveza plástica a las imágenes se acomodó el lenguaje (hasta entonces más verbal y radial) a la visual de la televisión. Ese es su aporte. Aunque  algunos de ellos se declaren satisfechos por estar bien pensionados, esto no los califica como logro para una agrupación intelectual en parte alguna. Con el tiempo, algunos diarios oficiosos les pagaron su en exceso larga mea culpa de haber sido jóvenes protestatarios. Los activistas de esa nada en movimiento terminaron disponibles para cualquier cosa; apuntalando con facilidad innegable el otro oficio más antiguo del mundo, la publicidad.

Visto en una perspectiva de la historia del arte, la publicidad es el arriendo del idioma a la eficacia de la manipulación de los sentidos, sin pudores, con el objetivo de vender. Es el productor ponderando su propia producción y pagando a los publicistas por ello. Está, pues, emparentado con la más antigua de las profesiones sin que ello entrañe reproche a la más tierna. La virtud de su vicio, el impudor, supuso un rechazo a la fosilización formal. Pero fuera de ese viso, no postuló una escuela de pensamiento. Y es una involución si se le compara con la generación anterior que fundó la revista Mito. Un sintomático retroceso afín a la sustitución paulatina de la cultura  por la masificación de la TV. Ese ismo no trabajó en los socavones  Al cambiar el mundo sus referentes al  final del siglo xx los nadaístas, como los hippies, envejecieron mal.  Sin replantearse lo existente, hacen todavía de su anacronismo un canto de victoria al anotar que en la era de la Internet no ha surgido en el país otro ismo. No barruntan que ese facilismo plástico es ya la norma de ambiente  de las carreras de publicidad que su época no conocía. Pensadores de enjundia conceptiva como Estanislao Zuleta, Gutiérrez Girardot y Hernando Valencia Goelkel, les advertían que la literatura es un crisol y no una cloaca. Con el tiempo les reprocharían su autocomplacencia con el apunte del poeta católico Paúl Claudel:élque no vive como piensa termina por pensar como vive. No les veían mayor mérito en ser los últimos de los alquilados. El fundador del movimiento, el cronista Gonzalo Arango, dejó cartas de tinte místico de más calado, y mereció de sus seguidores el calificativo de profeta. Tal vezpor un énfasis suyo de esa misma admonición: los ideales que no cambian la vida pudren el alma.