Difícilmente el presidente Gustavo Petro habría podido llegar al poder sin que lo acompañara Francia Márquez en el tarjetón. La vicepresidenta logró atraer la votación de mujeres, población LGBTI, minorías étnicas y de una ciudadanía históricamente rezagada. Su elección fue uno de los tantos hitos que marcaron las pasadas elecciones presidenciales. Por eso, todo lo que suceda alrededor de su figura constituye un mensaje capaz de transformar realidades y como tal debería ser utilizado. Lamentablemente, la respuesta y el tono empleado por ella ante las críticas por el uso del helicóptero para ir a su casa, en el corregimiento de Dapa, hacen daño y refuerzan males estructurales de nuestra sociedad.
Es cierto que Colombia vive un rezago colonial que sigue marcando la vida de la gente negra. El racismo se hace visible en su cotidianidad, desde el acceso a oportunidades laborales y educativas hasta la forma en que se les trata en la esfera pública. De hecho, éste es uno de los reclamos constantes de la vicepresidenta en sus respuestas, al asegurar ser objeto de críticas por su fisionomía y condición de mujer negra desde que asumió el cargo.
De manera consciente o no, el trato a la población afrocolombiana, que es alrededor del 10% de la ciudadanía, está atravesado por estereotipos coloniales que no permiten aceptar fácilmente que está población tenga privilegios. Por eso, el proyecto político del que hace parte Márquez viene luchando desde hace décadas para poder transformar esta realidad.
Sin embargo, no hay que confundir racismo con la crítica legitima y el control necesario al poder. La fiscalización del uso del dinero público para fines privados ha tenido lugar en Colombia en casi todos los gobiernos. Por mencionar solo algunos, recordemos el escándalo suscitado por la utilización de un avión oficial para llevar al eje cafetero a la hija del presidente Duque a celebrar su cumpleaños; en ese momento también se dio como explicación la seguridad de la de la familia presidencial. Años atrás también se dio un reclamo al hijo mayor del entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, por utilizar un helicóptero de la fuerza pública para devolverse desde Girardot. Así mismo se cuestionó profundamente, siendo una de las mayores crisis de la Fiscalía, a Francisco Barbosa cuando llevó a su hija en un avión oficial a San Andrés en medio del confinamiento por la pandemia.
Entonces, la vicepresidenta no ha sido la única que ha recibido este tipo de preguntas y cuestionamientos. De hecho, llegar a estos cargos implica estar sujeto a críticas y lamentablemente también burlas, o si no preguntémoselo a Martha Lucía Ramírez, la antecesora de Márquez.
El tono utilizado y la respuesta dada por la vicepresidenta ante las críticas es errado. Decir que son exclusivamente racismo, ahonda aún más el fenómeno. Utilizar la expresión “de malas” refuerza el argumento de quienes la critican, agudiza la creencia de una Colombia resentida, así como que buscó llegar al poder para hacer lo mismo a quienes la cuestionaban. Pero, sobre todo, desconoce una población hastiada de las divisiones, los enfrentamientos y la polarización.
Decía mi abuela materna: “Se atrapan más moscas con una gota de miel que con una gota de hiel”. Tal vez esto podría interiorizarlo en su discurso la mandataria y así lograr mayor unión frente a sus objetivos de superar las herencias coloniales que tanto daño nos hacen.