El Partido Conservador de Colombia ha sido comprado por el gobierno de Gustavo Petro. La vergonzosa negociación fue a puertas cerradas y en secreto entre algunos parlamentarios conservadores y el candidato comunista, a cambio de algunas gabelas burocráticas y la consiguiente mermelada.
Luego del triunfo de Petro, el negocio de venta del partido se concretó a cambio de un ministerio, que resultó ser el de transporte, el cual trae una “bolsa” de abundante burocracia y millonarios contratos para repartir.
Poca cosa, realmente los parlamentarios conservadores se vendieron por poca cosa. Fue poco lo que recibieron estos supuestos conservadores por vender nuestro partido, por su historia, su honor y su tradición, por la sangre que, durante casi dos siglos de vida republicana, derramaron sus hombres y mujeres en defensa de sus principios, de sus sólidas ideas, en su momento, consideradas como revolucionarias. Recordemos su consigna “La civilización contra la barbarie”; nada puede ser más moderno, ni más revolucionario.
Hoy, el partido se ha entregado a la barbarie causada por Petro, sus ministras y ministros. La invasión de tierras, apoyada en el absurdo postulado de que son “tierras ancestrales” y, por lo tanto, pertenecen a los indígenas. Ojo, toda América, en efecto, todo el mundo es tierra ancestral de alguien, pobladores anteriores a las presentes civilizaciones.
Ya comienza la quema de las iglesias, como intentaron hacer con la Catedral Primada de Colombia hace unos días, el cierre de los espacios de oración, como lo decretó la alcaldesa Claudia López en el aeropuerto; la destrucción de las EPS, el sistema más serio de salud que hasta hoy ha tenido Colombia, que, a pesar de sus problemas, cubre al 98% de la población; el regreso del manejo de pensiones al catastrófico monopolio estatal y la supuesta “paz total” propuesta por Petro, la cual pinta como la entrega del país al narco tráfico y otros criminales.
En eso terminó nuestro partido, hoy entregado a un acuerdo con un gobierno que día a día actúa más como un concierto de locos sin director. Porque el director parece haber perdido el control de sus músicos o “payasos”.
173 años de existencia destruidos por puestos y contratos. 173 años desde que en el periódico La Civilización, del 4 de octubre de 1849, Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro publicaron el programa conservador que se convirtió en la plataforma ideológica del nuevo partido.
Un partido basado en la equidad y la justicia social cuyos grandes pilares fueron la doctrina social de la iglesia católica, la civilización y la tradición occidental. Fueron 173 años de lucha por el orden social, la legalidad, la supremacía de la autoridad sobre la barbarie, la defensa de la familia como pilar de sociedad y de la propiedad privada como un derecho natural que cumple una función social.
Así terminó la historia de nuestro amado partido. Los parlamentarios nos traicionaron, a cada campesino, mujer, joven, obrero, maestro, comerciante, industrial, a las familias de los militares, los cristianos, todo ese pueblo que considerábamos al “Glorioso Partido Conservador” nuestra herencia, el partido de nuestros mayores, la honrosa herencia de nuestros hijos y nietos.
Yo me siento huérfana, traicionada, enfurecida por quienes debía de haber defendido nuestros valores conservadores. Igual se sienten millones ¡Qué Judas estos parlamentarios!