Ante la creciente ola de protestas venidas de diferentes sectores por la inseguridad en la capital y las informaciones estadísticas donde dan cuanta del incremento de varios delitos, creo que es mi obligación lanzar un aviso a las autoridades y la ciudadanía sobre un sector bien convulsionado de la ciudad, sin interés distinto al de prender las alarmas ante la sociedad en general.
Hago referencia al barrio Santa Fe, ubicada en el centro de Bogotá, adscrito a la localidad de Los Mártires, sector etiquetado como zona de tolerancia durante la administración del Alcalde Mockus, “decisión administrativa de la que no he logrado antecedente”. Ante tal rotulación dicho barrio se fue degradando y frente a la ausencia de linderos que protegieran las vecindades, los usuarios del lugar y todo su andamiaje de alto impacto moral y social, se fueron extendiendo hasta cubrir el barrio en detrimento de las gentes de bien, que se vieron obligadas a abandonar residencia y negocios, dejando en manos de una turba de proxenetas todo un sector otrora residencial y comercial. Triste realidad, pero un cúmulo degenerativo cubrió esa parte de la ciudad, mientras el resto de habitantes miramos con estupor esta degradación incontrolada.
Hoy debemos reconocer que dicho punto de la localidad se convirtió en cueva de ladrones, proxenetas, drogadictos y demás pandemias morales que amenazan la urbe, estimulando y facilitando la delincuencia bogotana, ocultando el delito e incrementándolo en todas sus modalidades, invito a recordar el Bronx, no podemos permitir que esa pesadilla se repita, pero en esos lugares del Santa Fe se puede encontrar de todo como en el antiguo Bronx. Ya los negocios de prostitución tiene a su servicio organizaciones privadas de celadores y porteros encargados de hacer respetar los códigos de convivencia por ellos acordados, la droga se expende a la vista de todos los asistentes sin ningún recato, las trabajadoras sexuales callejeras posan para sus eventuales clientes en vestimentas grotescas y no me extrañaría que ya tuvieran los cabecillas protocolos de ley buscando aplicar justicia a su acomodo, respaldados en los gorilas contratados para diferentes actividades, quienes sin ninguna autoridad requisan, conducen , desalojan parroquianos que visitan los lugares.
Hace unos días un padre dio cuenta del secuestro de su hija y los medios lo publicaron; en una palabra se nos está haciendo tarde para intervenir los negocios del Santa Fe, censar la población laboralmente activa y residente, fijar normas de funcionamiento, sin olvidar los menores e infantes que también hacen presencia este escenario.
No pueden los alcaldes dejar en manos de la policía el control y recuperación del sector. Urge un plan con las fuerzas vivas del país, tenemos experiencia, y nos podemos encontrar con sorpresas, superiores a las del Bronx, por lo extenso del lugar.