¡Recordáis amable lector a Walt Whitman? En sus cantos de Adiós. Hace esta admirable advertencia: “Camarada”. Esto que tiene entre tus manos es un libro; quien vuelve sus hojas todo un ser humano”. Y eso nos ocurrió a quienes leímos el interesante libro titulado “Olga Duque, una mujer de carácter”, en que se narran los más apasionantes episodios de la vida de esta mujer del gran Huila, a quién la democracia premió con sus más altas dignidades: Senadora, Gobernadora, Ministra de Educación, Embajadora y por sobre todas las cosas, forjadora con el valioso Fernando Ospina Hernández de una familia emblemática de Colombia.
Nada suple ni puede suplir, ni aun remotamente, el perfume de la patria y la dulcera incomparable de los afectos familiares. La vida de familias, ¡ese es el estado natural de los afectos domésticos! Así lo expresó en su impresionante poesía José Eusebio Caro. ¡La vida familiar! ese es el estado natural del hombre. Ese es el estado a que el hombre en cualquier situación en que se encuentre, tiende irresistiblemente. El amor embelleciendo la vida y suavizando las penas. La maternidad dando trascendencia a la vida. La familia, esa es la sociedad fundamental, la sociedad originaria, la sociedad modelo, el principio y fin de la sociedad. Cuando la Revolución Francesa, al endiosar al hombre, expresó que un país descansa sobre “el individuo”, el conservatismo rectifico. ¡No! La patria descansa sobre “la familia”.
A Olga Duque de Ospina, una aguerrida luchadora, le alcanzó el tiempo para todo. Como amiga era espontánea al escucharla; experimentada en el buen consejo; leal a los principios y valores. Se ponía feliz con las cosas elementales de la vida. Era maravilloso sentir con su corazón cuando discutía sobre los temas caros a su inteligencia y a su temperamento. Una de sus hijas, Ximena, jurista y catedrática, explicaba la devoción inmensa que sentía su progenitora por la campesina colombiana “…Esta mujer es la más olvidada de todos los seres del mundo”, para ella hay menos oportunidad de estudio y son mayores los riesgos de enfermedades, desnutrición y muerte. Carece de seguridad social, vivienda y servicios públicos. La campesina tiene que atender tres frentes. Trabaja en pie de igualdad con su esposo. Atiende el aseo de la casa y crianza de los hijos y cuida de los animales domésticos. La campesina no tiene protección para la maternidad, lo cual genera una altísima mortalidad infantil y materna. Hay que ampliar la seguridad social a este sector. La campesina es la mayor olvidada y abandonada por el Estado, la sociedad y la familia. Su única alternativa es dejar la parcela y emigrar a la ciudad para engrosar los ejércitos de desempleados, trabajadoras sexuales, servicio doméstico, trabajos informales y marginación general. Realiza tareas de protección del medio ambiente. Los créditos bancarios no se le conceden a la mujer que labora una parcela, pues todo está a nombre del marido que la expulsa para convivir con otra más joven.