Pandemia eliminó el trabajo humano | El Nuevo Siglo
Sábado, 22 de Agosto de 2020

Muchas de las tareas y trabajos que hasta hace poco tiempo ejecutaban los seres humanos se confían hoy a las máquinas pensantes, inventadas por la cibernética para sustituir la actividad no solo física, sino mental que venia realizando el hombre. Y esto con el agravante de que las máquinas no hacen huelgas, no se enferman, no se fatigan, no protestan, no piden aumento de sueldos y no hacen exigencias. Esto arrinconan a pobres, profesores y cuantos ofrecen trabajar.

El mercado laboral ha sido aplastado por la tecnología y la información. La invasión de los computadores, la internet, los robots y las nuevas formas de software en la vida social, desde el hogar hasta la oficina, de la fábrica al taller, del almacén al laboratorio, ha destruido en forma implacable el trabajo manual e intelectual. Este es el doloroso precio de la cultura digital y virtual.

De hecho, el avance tecnológico, así lo queramos o no, ha disminuido la duración de la jornada de trabajo. Esta ha sido históricamente la consecuencia de los progresos tecnológicos. Recordemos la primera revolución industrial en el siglo XIX. Al imponer la economía, el bajo costo y la rapidez en los rendimientos industriales bajo el horario de trabajo de 80 a 60 horas. Después con el descubrimiento de la electricidad en el siglo XX se bajo el horario de 60 y 50 horas a 40. Hoy con la Internet se ha bajado hasta 30 en varios ambientes.

En multitud de bares y hoteles los pianos suenan solos, las telefonistas han sido reemplazadas por centrales telefónicas digitalizadas. Los grupos abigarrados de empleados en las oficinas han sido sustituidos por ordenadores y aparatos sofisticados. Por donde miramos observamos y constatamos que los trabajadores han sido derrotados y expulsados para que actúen los ordenadores y los robots. La sociedad “digital” ahorcó el trabajo humano. Esta enorme conquista es la culpable de una irritante mesa de desempleados.

Aparte de las consecuencias económicas que el desempleado tiene existen también secuelas sicosociales. Los desempleados sufren trastornos en la conducta, al ver que son improductivos que no tienen con que atender los gastos más urgentes para la supervivencia. En la familia pierden la autoestima al considerarse inútiles para ayudar a sus seres queridos. Ante la sociedad no solo no cuentan para nada, sino que son humillados por calificarlos de seres parásitos. La miseria estropea las relaciones conyugales y terminan por el divorcio o la separación de cuerpos. Tanta amargura, tanto estrés lleva al desaliento, a la depresión y en casos extremos puede conducir al suicidio.

Esta es la pandemia:

Sector informal: Este grupo es propio de los países subdesarrollados.

 

Lo conforman los desplazados del sector rural, los pobres que no pueden organizar un comercio o una industria con las exigencias catastrales y tributarias. Son artesanos, constructores, vendedores ambulantes, lo que ofrecen frutas y cigarrillos en los semáforos, invaden calles, plazas, parques y rincones. Levantan kioscos, instalan talleres en las aceras, venden tintos y jugos en las vías.

Los subdesarrollados: Somos los tercermundistas, así marginados, estamos en las afueras de lo científico y lo técnico en comparación con los países europeos, con EE.UU. o los dragones asiáticos.

Impera el desempleo, el rebusque, la pobreza vergonzante, el analfabetismo, la desnutrición, la insalubridad, salarios de hambre. Tugurios.

Tramitología: Permisos o licencias de funcionamiento de un negocio de 14 a 20 pasos, autorización para hacer una casa o un edificio, placas para un carro, pase para conducir, pagar una multa, pagar un impuesto, licencia para importar o exportar, adjudicación de un contrato.

Impuestos, y la carga laboral: Salud, prestaciones, indemnización, horas extras, parafiscales.