Astutamente, Gustavo Petro ha lograda manipular a los medios y al pueblo colombiano como ningún otro candidato lo había hecho.
El mejor estilo de Donald Trump, Petro dispara todos los días propuestas arbitrarias, preocupantes y desestabilizadoras, como la afirmación de que su proyecto de gobierno tomará 10 años, (¿se atornillará al poder como Evo Morales o Maduro?); la suspensión del proyecto, ya muy avanzado, del metro elevado en Bogotá, algo que costaría billones a la capital; y la compra, durante su gobierno, del Ingenio Cauca, al estilo de las “expropiación de facto” efectuadas por su amigo Hugo Chávez en Venezuela.
Así, a través de sus tuits, discursos y debates mantiene a los colombianos al borde de un ataque de nervios y logra central el reflector de la campaña en él, obteniendo para sí las primeras páginas de los medios, de forma completamente gratuita. Tal como lo hace Trump, diciendo y haciendo a diario toda clase de barbaridades. Si le funciona al estadounidense, ¿por qué no copiarlo?
Pero aquí no termina su astucia, ahora también se ha vuelto muy competente creando actitudes, pintas y poses llamativas para hacer creer al pueblo que es un tipo simpático, pulcro, alegre, que refleja camaradería. Lejos ha quedado el antiguo guerrillero del M-19.
Por eso ha cambiado su usual temperamento osco, su vestimenta descuidada es ahora pulida, hasta su voz y la posición de su cuerpo se han sofisticado, inclusive parecería que se ha hecho un trasplante de pelo.
Petro ahora sonríe permanentemente, trata de mirar de frente sin ladear la cabeza, como siempre lo ha hecho; y se muestra en extremo cariñoso con su mujer, quien lo acompaña a todos los eventos, como si fuera su sombra, y no para de tomarle fotos y filmarlo con una devoción exagerada, que bordea en el fanatismo. Hay que reconocerle su astucia, nada gusta más a las mujeres que un buen romance y un hombre cariñoso.
Y ni que decir de las bien coreografiadas escena en que se han convertido sus presentaciones en las plazas públicas. Hay que verlo cuando sube a las tarimas a echar sus discursos, jugando con un par de aguacates, signo de su “brillante” plataforma económica: “Sacar a Colombia de la economía petrolera y convertirla a en una potencia aguacatera”. (Quizá, lo que quiere decir es una “potencia cocalera”. Cosa que ya es).
En fin, Petro se ha convertido en un experto manipulador de masas, a imagen y semejanza de Trump, Chávez y Maduro. ¡Y, caramba si eso sirve para hacerse conocer, para embaucar al pueblo, para decir mucho sin decir nada!
Es indudable que el exguerrillero tiene un excelente equipo de asesores, con seguridad internacionales, de esos que cuestan mucho y conocen todos los trucos de manipulación de masas, encuestas y algoritmos.
Ya sabemos también que la logística de su campaña en las plazas públicas es impecable: buses abundantes para movilización de sus partidarios, excelente equipos de trasmisión y sonido, pancartas, afiches, pasacalles abundantes.
Todo esto debe estar costando un dineral. ¿De dónde saca tanta plata?, ¿Son los dineros ocultos de las Farc?, ¿Es plata de los carteles que se han hecho millonarios durante los gobiernos de Chávez y Maduro?, ¿Lo financia la comunidad comunista internacional? Puede haber un poco de todo. Lo que sí es claro: Petro es astuto, peligrosamente astuto.