En los dos meses que llevamos de la nueva administración, hemos escuchado sobre la necesidad de buscar recursos fiscales para ampliar los programas sociales. En consecuencia, se presenta un revolcón tributario con dicho propósito buscando ambiciosamente aumentar el recaudo fiscal. Primero iban por 50 billones de pesos, luego en la mitad, ahora en unos quince más aceptables. Contra opiniones muy serias que aseguran que las finanzas públicas no requieren una reforma tributaria, lo que hay que es mejorar el recaudo y perseguir la evasión. Bueno, llevamos dos meses discutiendo sobre el tema, como corcho en remolino.
Lo que en realidad quiere escuchar la gente es que se construya una verdadera política de austeridad en el gasto público. Colombia se convirtió en un país derrochador, con unos mega salarios para los altos funcionarios del Estado, parlamentarios, magistrados, fiscales, procuradores, que no ha encontrado manera para controlarlos; además, unos crecidos funcionarios con complejos megalómanos, que tienen avión que usan para sus diversiones familiares; unos gastos en escoltas y carros, utilizados indebidamente, hasta para sacar a pasear a las mascotas, justificando con que son parte de la familia.
El nuevo Gobierno ha dicho que su política es la de austeridad en el gasto público, pero no hace mucho por lograrlo y da un mal ejemplo. Aumentando las funciones diplomáticas, designando a la primera dama de embajador itinerante, con viáticos por cuenta del tesoro; comprando televisores de extra lujo, ofendiendo al individuo medio colombiano que no tiene acceso a ese tipo de artículos; durmiendo en plumones de ganso de ocho millones de pesos, mientras la población, con la ruana de sus ancestros.
Si de dar ejemplo se trata, estamos viendo todo lo contrario. Duele a los colombianos saber que van a tener que tributar más impuestos, para pagar la gasolina del avión de la Fiscalía, los plumones de ganso de la casa presidencial, el aumento de las dietas parlamentarias, el tren de escoltas de los funcionarios del Estado. Da risa la justificación de la Casa de Nariño, diciendo que se trata de compras para el personal de servicio que estaba discriminado.
Una verdadera reforma administrativa, adelgazando considerablemente el poder ejecutivo, racionalizando el gasto público, reduciendo los mega sueldos de los funcionarios; bajando a la Fiscalía de su pedestal y del avión por supuesto, es lo que quiere ver el pueblo colombiano. Hay que recortar el Congreso que tiene un tamaño exagerado; la administración pública, debe ser más eficiente, sin crear mas ministerios. La supresión de consejerías, si es un punto positivo que hay que anotarle al gobierno. El gigantismo del Estado en general hay que reducirlo, para que la cuenta sea más limitada, más eficiente y eficaz. Mientras esto no ocurra debería ruborizarlos al hablar de aumentar impuestos y gravar pensiones.
De allí brotarán no solo los recursos que se requieren para programas sociales, sino también lo que debe ser el sentimiento republicano que hoy se confunde con una monarquía criolla.