Han pasado varios días y todo el alboroto que se levantó por los problemas del sector carcelario ya está pasando. Es decir, poco a poco, se van olvidando las evasiones de internos con complacencia o apoyo de miembros encargados de su custodia, como ha ocurrido en otras épocas, y revivirán el día que se presente un nuevo escándalo y tengamos otro momento de asombro frente al problema, por eso debemos sostener que se trata de un asunto sin remedio.
Que la situación está sobre diagnosticada es una gran verdad y perderíamos el tiempo haciendo un pormenorizado recuento de sus falencias, aunque existen algunas que no son de público conocimiento por estar enclavadas en el nivel administrativo del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), como son las negociaciones y acuerdos con los sindicatos que tiene el Instituto, punto álgido para cualquier eventual cambio, reingeniería o reforma que se proponga para el Inpec. Nadie quiere medírsele a tamaño reto, como es lidiar con un crecido número de sindicatos, para proponer o desarrollar un cambio que ajuste los protocolos y la doctrina que fija el funcionamiento de la entidad. Presento este concepto para establecer un punto de referencia poco conocido para la ciudadanía, que mira con ingenuidad pero gran preocupación la falta de compromiso de todos los actores de cara a tan delicada tarea.
La gran esperanza está en la atención y manejo que procuren darle al asunto los candidatos a la presidencia de Colombia. Sabemos, con sobrada razón, que todos y cada uno de ellos conoce a fondo la crítica situación que se vive en ese sector de la administración y el inicio de un gobierno con agenda prioritaria hacia la solución del caos carcelario sería una refrescante noticia para los colombianos. Sin embargo a la fecha solo uno de ellos se ha pronunciado por escrito en un proyecto de innovación, con miras a concordar el ajuste al Instituto Nacional Penitenciario. Pero la verdad no es solo mirar al interior del andamiaje carcelario, urge meterle con ánimo y compromiso la mano a todo el sistema penitenciario nacional, que lleva mucho tiempo sin un doliente, hacia esa reforma tan vital para toda la noción de seguridad, porque de allí se desprende la posibilidad de combatir con éxito la delincuencia en todas sus acepciones. Podemos tener jueces, fiscales, investigadores y policía luchando a brazo partido contra los delincuentes de cualquier pelambre y en defensa de la colectividad, pero sin el apoyo del debido castigo, serio, fuerte, y resocializador, aquel esfuerzo será en vano, pues seguirán las cárceles sirviendo de posgrado para delincuentes. Se habla de liquidar el Instituto, cosa difícil pero no imposible; se debate sobre nuevas y mejores cárceles, proyecto posible así como sobre la capacitación del personal. En fin, ¿habrá solución?