Faltando una semana para que Colombia se pronuncie sobre el plebiscito, que decidirá sobre los acuerdos de La Habana, todo parece indicar que los compatriotas votarán masivamente en favor de un contundente Sí a la paz. Las encuestas realizadas para medir el pulso de la opinión pública por una solución pacífica, después de cincuenta años de cruento conflicto, nos predicen que el Sí conquistará el setenta por ciento del apoyo nacional y apenas un treinta por ciento votará en favor de negarle la oportunidad a las próximas generaciones de erradicar la violencia armada de nuestra geografía.
Colombia, pues, está mirando con optimismo su futuro. Ha comprendido que esa lucha fratricida lo único que ha traído ha sido orfandad, desolación y muerte a miles y miles de familias, especialmente campesinas. Por ello es verdaderamente increíble que existan colombianos empecinados en alimentar esta suicida confrontación. Desde luego no es fácil confiar en el papel que jueguen en el futuro los terroristas amnistiados, pero es claro que llegó la hora de hacerlo y tener fe institucional en lo que vendrá.
Mientras el presidente Juan Manuel Santos, justo es reconocerlo, se ha jugado a fondo por lograr no sólo convencer a los guerrilleros de las Farc, sino a todos los escépticos. Su principal adversario, el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, se ha empecinado en demostrar que todavía le quedan a Colombia oportunidades para seguir desangrándose, como si la absurda confrontación no hubiera sido determinante para frenar nuestro desarrollo como país, como nación y como República.
Nadie puede llamarse a engaño. Esta es una oportunidad de oro que no podemos desperdiciar, si no la concretamos pueden pasar otras décadas más de desencuentros, emboscadas y sanguinarios combates entre hermanos. Ha llegado la hora de la reconciliación. Lo que resta es consolidar esta paz.
Es evidente que eliminadas las Farc como principal foco de violencia nacional, lo que resta son agrupaciones mucho más pequeñas aunque también muy peligrosas como el Eln y el Epl pero, proporcionalmente, mucho más fáciles de neutralizar. No es lo mismo combatir a quince mil terroristas que a dos mil quinientos. Lo que si será absolutamente necesario es que el Gobierno, con sus Fuerzas Armadas, pueda emplearse eficazmente en su erradicación.
Aquí el presidente Santos no puede claudicar. Si no se apresura a finiquitar su tarea pacificadora, los terroristas de todos los pelambres acudirán presurosos a llenar los espacios dejados por las Farc y entonces no habrá posibilidad alguna de terminar con estos conflictos insurgentes. Por este motivo es urgente y necesario un contundente Sí de los electores. Con todo respeto: los que voten No son unos “descriteriados”, como le gusta decir a Enrique Gómez
Adenda 1:
Con el Presidente Uribe no será necesario firmar ningún acuerdo de paz.
Su derrota electoral, el próximo dos de octubre, será su certificado de defunción política.
Adenda 2:
El problema con el venezolano Nicolás Maduro seguirá gravitando en estos escenarios, máxime si este señor le sigue garantizando al Eln y al Epl santuarios para su refugio.