RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Enero de 2012

Cristianismo y brujos

De lo más antiguo en las usanzas de los gobernantes ha sido el acudir a personas a las que genéricamente llamamos brujos y brujas. Se ve que los usa el actual gobierno y otro presidente que dijo que llegaba el futuro, también tenía sus astrólogos. Se imagina el ciudadano del común que ante tantos problemas por solucionar y otros que nunca se solucionan, acudir a un brujo resulta una cosa natural con tal de dar con el chiste de algún nudo que de todos modos no se desata. Y la verdad es que muchos líos ni con brujos se desamarran. En todo caso, esta forma de actuar dice mucho de aquellos que nos gobiernan.
El cristianismo fue desde sus inicios un gran enemigo de estas prácticas y de sus practicantes. En este aspecto la fe cristiana dio una preponderancia a la razón ilustrada como también al Dios revelado, después de lo cual la magia, la adivinanza, la brujería, no tienen más presentación que la de una invención humana sin sentido ni poder. La creencia popular, ahora extendida a todos los estratos, es que en estas prácticas sí hay poder y en ellas se podría confiar. De alguna manera corrobora una realidad de la época que corre: la razón ha sido desplazada y el peso reposa sobre estos submundos incomprensibles e inexplicables.
No deja de llamar la atención que sea precisamente la religión la que haya tomado distancia de ese mundo esotérico y más bien arbitrario. Y lo hizo porque descubrió en la brujería y afines simplemente un mundo que aprisionaba indebidamente a los seres humanos, a través de temores y manipulaciones. La fe cristiana tiene en su esencia la liberación del ser humano de todo temor y fuerza maligna. Pero también es un llamado para asumir el destino y desconocer cualquier clase de predestinación fatal.
En nuestra época, muchos hombres y mujeres de hoy, presumen como un logro el abandono de la fe cristiana. Dado ese paso, sabiéndolo o no, comienzan a incursionar en las oscuridades que esclavizaron por siglos la humanidad. Entre los avances provocados por la revelación del Dios de Jesucristo no es el de menor cuantía el haber avalado el poder de la razón humana, participación de la mente eterna. Violinistas en el tejado, brujos en los palacios, ambos inquietan.