Del discurso pronunciado en Oslo por el Señor Presidente de la República, Juan Manuel Santos, con motivo de la entrega del premio Nobel de Paz, independiente del contexto, cada sector tomó lo que más captó su atención, y en mi caso, el enfoque se dirige hacia el pedido de nuestro Presidente para diseñar, a nivel mundial, nuevas estrategias en la lucha contra el narcotráfico.
Sabemos que en los países de América Latina, las organizaciones de narcotraficantes buscando diversificar el negocio, han incrementado la producción, distribución y violencia, logrando conquistar nuevos mercados, con incremento del consumo interno en cada país, y las cosas se han magnificado, a tal punto, que hoy desde México, cruzando por Centro América y llegando al sur del Continente el problema se ha dimensionado. Y bien lo sostiene nuestro Presidente cuando afirma que “la guerra contra las drogas no se ha ganado ni se está ganando”. Entendamos que cada país enfrenta este flagelo de acuerdo a su real saber y entender, con las herramientas puestas a su alcance y los conocimientos que la misma lucha le va proporcionando; al igual que el intercambio de inteligencia entre Naciones es todavía muy pobre no obstante los ingentes esfuerzos que han realizado las entidades responsables del control sobre el narcotráfico, pero las legislaciones y los enfoques son barreras insalvables, que dificultan lograr un frente común contra este flagelo.
Miremos por ejemplo lo referente a la dosis mínima. En cada país los gobernantes tienen un concepto diferente de las cantidades de acuerdo con el tipo de estupefaciente y la estrategia para controlar, bien sea el micrográfico, o el narcomenudeo, encarando el problema desde el punto de vista salud pública sin mayor represión ni presencia policial. Otros, por el contrario como los Estados Unidos, en cada Estado existen normas diferentes para manejar esta clase de situaciones y la tenencia de sustancias prohibidas puede convertirse en delito federal, aunque la posesión de estupefacientes en condición de consumidor, por primera oportunidad, casi siempre no es causa de arresto y la sanción se reduce a multas de diferentes montos. Inclusive algunas regiones han despenalizado la posesión, cultivo y distribución de marihuana con fines medicinales. Un ojo a Portugal que en el 2001 optó por despenalizar el uso de marihuana o cocaína en dosis personales y no obstante las protestas de los países vecinos, las estadísticas sostienen que le asistió la razón y el país llegó en su momento a tener el guarismo mínimo de consumidores. ¡Otras cultura diríamos!, pero nos haríamos interminables buscando ejemplos de polarización sobre el asunto.
Lo cierto es que el problema es grave y de no escuchar a nuestro mandatario, el narcotráfico seguirá fluctuando entre una demanda y producción nociva para los países, los gobiernos y la juventud. Es el momento de buscar acuerdos globales.