Solo un abrazo | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Diciembre de 2021

La soledad es caminar 2.000 kilómetros a la vera de la carretera, con un bebé a cuestas y su hermano aferrado a la falda. Es ahogar el llanto entre las manos, mientras todos duermen escondidos en el bosque, y refugiarse en una foto y en el recuerdo de otra vida. Es el hambre, el cansancio, el abuso, la enfermedad, el miedo, la desconfianza y la incertidumbre. La soledad, es la condena del que migra.

Algo estamos haciendo mal para que unos 300 millones de personas hayan decidido empacar su tristeza y buscar una mejor vida fuera de sus países. Esta, es una humanidad que huye. Somos capaces de crear cosas asombrosas, tecnologías sofisticadas para comunicarnos, para movilizarnos, para sanar enfermedades y para producir alimentos; pero no sabemos cómo hacer para que todos accedan a estas maravillas. En este mundo de máximos, no sabemos cómo garantizar los mínimos: agua, comida, abrigo, techo y abrazos.

A la orilla de las oportunidades, millones de seres humanos piden a gritos que no los dejen solos; la pandemia ha empeorado aún más la situación. La violencia y la pobreza en los campos expulsa a muchos a las ciudades y los arroja a un costado de la vida. Cuando el borde se vuelve estrecho, no queda otra opción que echar a andar y buscar suerte en otro país. Entonces, aparecen las barreras. Se puede salir casi de cualquier parte, pero no se puede entrar a ningún sitio. Los papeles, los sellos y los permisos demarcan el límite de la crueldad. Los que logran atravesar las fronteras son recibidos por el estigma y la exclusión, no terminan de llegar cuando están de nuevo al margen y la historia vuelve a comenzar.

Colombia, que ha vivido durante décadas el horror del desplazamiento interno y ha despedido a tantos que huyen de la violencia, hoy acoge al mayor número de migrantes venezolanos en el mundo. El Estatuto Temporal de Protección, que pretende regularizar y proteger a casi un millón de personas, es un ejemplo de solidaridad y humanidad, y aunque es mucho, muchísimo, no es suficiente. Hace falta una mayor comprensión de la situación en la vida cotidiana, en la calle y en el barrio, donde los ciudadanos ponen a prueba su capacidad de convivir. Esta es una tragedia humanitaria, entenderla es lo mínimo que podemos hacer para mitigarla.

La vida no es fácil para nadie, la pobreza no tiene nacionalidad, el crimen tampoco. Atracan nacionales y extranjeros, y es igual de nefasto en ambos casos. Limitar el problema al riesgo percibido, no es sino agravarlo. Del otro lado de la moneda hay personas que trabajan y que persisten en su empeño de encontrar un lugar en el mundo; reconocerlas, escucharlas y valorarlas es nuestra opción. Hacer de la migración una oportunidad para enriquecer el horizonte cultural propio, es nuestra decisión. El otro camino, el de la exclusión y la xenofobia nos conducirá siempre a la violencia. A veces, solo un abrazo es suficiente para aliviar la soledad. Abracémonos.

 

@tatianaduplat