Para el nuevo gobierno uno de los retos más importantes es la lucha contra el narcotráfico, en todas sus direcciones. Nuestros principales aliados esperan resultados palpables, pues llevan muchos años acompañándonos y apoyándonos en las diferentes estrategias utilizadas en la dilatada lucha contra este flagelo, que tanto mal ha causado al mundo.
Si repasamos la historia del narcotráfico en Colombia podremos observar las disímiles etapas por las que hemos transitado buscando una salida digna al problema, que en últimas resulta mundial y no solo nacional; sin embargo los diferentes gobiernos se comprometieron en esta campaña buscando sacar el país de este oprobio tan penoso, pese a que en su momento se les ha tachado de ineficientes ante la responsabilidad contra el narcotráfico, olvidando los colombianos aquellos esfuerzos y la dedicación de cada uno, para evitar el avance de los planes diseñados por los delincuentes, neutralizando de esta forma el progreso del negocio.
El país es fedatario de los grandes arrestos y compromiso demostrados por las autoridades a través de estos años, donde se identificaron cultivos, se erradicó anualmente, se fumigó por tierra y aire, se detectaron y destruyeron laboratorios, cocinas siguiendo con incautación, control de expendios, importación y comercialización de precursores, sin olvidar las organizaciones de narcotraficantes, quienes dieron una batalla sin cuartel contra las autoridades y la fuerza pública en general. Sin embargo ronda la idea que los narcotraficantes ganan la partida, olvidado la crónica de muertes, traiciones, calumnias y demás vejámenes hacia la fuerza pública y las autoridades, orquestada por los jefes del narcotráfico. Fueron tiempos duros hoy por desgracia olvidados, pero les aseguro que la lucha no ha terminado ni la guerra se perdió, seguimos combatiendo y ahora con nuevos conceptos y medios, apoyados en tecnología y compromisos.
Ante los recientes conceptos, urge implementar nuevos modelos para enfrentar el narcotráfico, sin olvidar que una de las mejores armas está en la fumigación, pero acompañada por la sustitución voluntaria de cultivos y seguida de programas alternativos. Para potenciar la sustitución se hace necesario motivar la erradicación manual, apoyada y dirigida en un principio por la fuerza pública para avanzar en el tema y terminar con erradicadores a sueldo. En cuanto a la sustitución si no va asistida de diferentes desarrollos alternativos será imposible lograr el compromiso de los agricultores, pues sus medios de subsistencia se verán amenazados y ellos temen un abandono del gobierno. Los acuerdos del Estado con las comunidades en lugares privilegiados por el cultivo de coca deben ser realizables en toda la cadena: desde el cultivo, transporte y comercialización hasta la resiembra, buscando facilitar al cultivador los desplazamientos, el bodegaje y comercialización. ¡Apostémosle a la sustitución, que pude ser un renglón de grandes beneficios en esta lucha!