Como grave percibimos el problema que a futuro deberán enfrentar las autoridades del ramo, con los conductores de taxis afilados a las diferentes empresas que aglutinan estos prestadores de servicio público. Y decimos que será grave porque las mencionadas agremiaciones o empresas no logran controlar, direccionar y mucho menos aconductar estos trabajadores del transporte y tampoco les interesa, ya que su mayor preocupación es el pago de las cuotas o afiliaciones para cobijarlos con una representación, pero sin responsabilidades de cara a la calidad del servicio y respeto por los ciudadano que, en es su cliente. Este es el único servicio donde el usuario no tiene la posibilidad de quejarse, por no existir escala disciplinaria para sancionar, ni entidad que recoja las manifestaciones de inconformidad con el servicio.
Los medios de comunicación en múltiples oportunidades han publicado los desafueros e irrespetos a que son sometidos ciudadanos desprevenidos, que recurren este medio de trasporte por fuerza de las circunstancias, convencidos de contar con un recurso acorde a sus expectativas y necesidades, pero deben enfrentar en la mayoría de los casos a conductores energúmenos, quienes a más de conducir sin consideración ni decoro, someten los usuarios a maltratos e irrespetos.
Esta realidad no puede continuar, las autoridades tienen la obligación y responsabilidad de vigilar, castigar e inhabilitar estos profesionales de la conducción, tratándose especialmente de un servicio público que se encuentra en el ojo del huracán por falta de compromiso con la ciudadanía, las autoridades y administraciones municipales, porque el inconveniente no solo se vive en la capital del país, sino en la mayoría de ciudades. El tema está tocando niveles preocupantes y no me quiero extender sobre aspectos como el aseo de los vehículos, los lugares de parqueo diurno y nocturno, invadiendo zonas, avenidas o lugar a su antojo, no, solo me refiero al usuario que debe soportar, aún en compañía de familias, damas y menores, momentos de confusión e irrespeto llegando hasta la agresión. Eso no pude continuar, por el bien de la sociedad y las ciudades.
La situación ha llegado a extremos tan delicados que es comentario ciudadano el desasosiego generado al tener un percance automovilístico con un taxista, que miedo un choque, que miedo un rayón o un simple cierre en la vía, pues la reacción de estos personajes es impredecible, ¡se viene el mundo encima!. Con ese espíritu de cuerpo mal entendido e ilimitado , donde ajenos al siniestro y desconociendo los hechos, otros conductores de taxi van agrediendo física o verbalmente a cualquier ciudadano, que por infortunio tenga un incidente con cualquiera de ellos. Es decir se han dado a la tarea de tomar la ley en sus manos, demeritando con ello la actuación de la autoridad.
Definitivamente hoy los ciudadanos estamos a merced y enfrentados a las taxistas.