Entendemos que la nueva variante ómicron se encuentra en nuestro país y las autoridades están desarrollando toda clase de estrategias para paliar la situación, que es más grave de lo que la mayoría de nuestros compatriotas piensan, pues no han percibido que el mundo entero ya enfrenta un reto más del coronavirus, al que nosotros no podemos ser ajenos. Los países más representativos del planeta ya están cerrando sus fronteras y tomando medidas extremas frente la novel amenaza, demostración clara de la gran preocupación que embarga a las autoridades como la Organización Mundial de la Salud, que despliega toda su capacidad para hacer conciencia del alto nivel de peligro que asecha al mundo.
No podemos echar en saco roto lo vivido en años anteriores, cuando la pandemia nos obligó a cerrar filas y confinarnos con responsabilidad y compromiso, haciendo caso omiso a las situaciones económicas y el caos general que debimos enfrentar. Fueron días aciagos y duros, pero los superamos. Ahora, de nuevo, debemos hacer frente al problema, apalancados en la experiencia, y muy turbados porque vemos con asombro que nuestros compatriotas están desentendidos del tema y el aprieto nos llegó en navidad, una época bien complicada que motiva a ilusionarnos con el renacer social, económico y comercial, lo que imposibilita poner marcha atrás y retomar las conductas desarrolladas en plena pandemia.
Esta renuencia social la confirmamos cuando observamos por los medios televisivos, como los sectores del comercio reciben oleadas de compradores, olvidando en su mayoría las mínimas recomendaciones de bioseguridad. Las aglomeraciones son aterradoras y la utilización del tapabocas ha quedado a la discreción del grupo, que fácilmente desestima su uso; esto sin fijarnos muy concienzudamente en el manejo del aforo en lugares abiertos al público, aforo que en un principio se respetó, pero hoy es letra muerta ante el nivel de relajamiento que pude generar el saber la existencia de las vacunas.
Como ven, amables lectores, sentimos la obligación de hacer llamados permanentes a la ciudadanía, a nuestros amigos y entornos sociales, para buscar mensura en el comportamiento, compromiso con su bioseguridad y ejemplo ante las comunidades díscolas, buscado solidaridad, porque el reto de las autoridades es grande y solo con el apoyo ciudadano se podrá salir de nuevo victoriosos en esta inesperada lucha. Las familias que en tiempos pasados jugaron papel tan importante, deben retomar las armas y forzar sus seres queridos a observar las medidas y comprometerse con el país, para dar la cara a esta nueva problemática. El momento es difícil, superior a la pasada pandemia, venimos, repito, de un encierro inesperado y amenazante que hoy dificulta aceptar de nuevo un confinamiento, pero la única forma de evitarlo se sustenta con las vacunas, la bioseguridad, el distanciamiento y el permanente tapabocas.