Una turba WASP, una chusma blanca madura apoderada por el presidente Trump, es la escena que mejor simboliza la culminación del régimen de la “ley y orden”.
Otro punto más que al unirse a otros perfilan el dibujo. Aunque ese dibujo no es un acto de perspicacia, la genialidad pertenece al autor de “La decadencia de Occidente” Oswaldo Spengler que hace un siglo diagnosticó que nuestra civilización había entrado a la Era de los Césares. A Spengler poco se le reconoce como no sea para refutarlo.
Es la diferencia entre el que traza un panorama comparando civilizaciones, y los que están perdidos en los síntomas. Síntomas que toman por diagnóstico inédito, subsumidos como están en la inmediatez. No es que seamos rehenes del pasado. Sin fatalismo, los organismos tienen ciclos de nacimiento, crecimiento y muerte. En el imperio americano ese ciclo duró un siglo de apogeo. En contraste con los cuatro del imperio español del cual, mal pese algunos, hicimos parte, o el romano que completó casi diez siglos. El arco de la curva menguante ya tiene silueta para quien quiera unir los puntos.
El género de la tragedia tan presente en Roma y en Grecia, no es distintivo americano. Y esa es su tragedia. Su imaginario al llamarse América se apropia del continente que va desde Canadá hasta la Patagonia. Ellos mismos comercian, pero no pueblan como lo hicieron los romanos o los españoles. Son en consecuencia más etnocéntricos. Su visión del exterior toma la forma de un embudo que atrae hacia si a los otros pero que tiende a creer que el mundo exterior tiene el tamaño de la apertura de ese embudo. En contraste con Roma o España, sus dirigentes son severamente monolingües. Les basta su idioma. Han pensado en “comprar” Groenlandia y Canadá. Se apropiaron más de la mitad de México, pero les incomoda ahora tantos mexicanos “allá”. Compraron a Alaska. Se ganaron a Panamá, le pagaron migajas a Colombia por el atropello. Sin embargo, crearon el grandioso canal que unió a los dos hemisferios atlántico y pacifico en el auge del imperio. Ahora en su declive pretende “volver a la grandeza” reconstruyendo una miserable malla que llaman muro, en su frontera sur.
Su mafia hacia 1950 se aposentó en Cuba y el gobierno americano apuntaló la dictadura batistiana, facilitando la revolución castrista. Miles de emigrantes se apropiaron poco a poco de la Florida. En suma, Cuba y sus descendientes ganaron. ¿Qué pensaría cualquiera otro país si una porción de su territorio estuviese hoy poblada de estadounidenses?
Su imaginario americano los convirtió, a su pesar, en el segundo país hispanoparlante. Como atractor de inmigrantes, atraen para sí a los otros. Como receptores de múltiples culturas, su crisol las fusiona, y permite la variedad puesta al servicio de una fuerte producción económica. Forma de producción globalizada que hoy se revela venenosa para la vida planetaria. En fin, su género distintivo es la comedia cuyo fuerte es la ironía.