La primera desvergüenza tiene que ver con el caso Odebrecht, en donde se dan cita congresistas corruptos y funcionarios banales, para asaltar sin contemplaciones nuestro erario público. Y al parecer todo queda en familia, sin que se enteren y mucho menos actúen los entes de control. Al comienzo se había tasado en once millones de dólares el desfalco en nuestro país y terminó superando ocho veces esa cifra. ¡en el mundo sobornaron a mil personas!
Toda una cadena de prestación de servicios cuya contratación se hizo a dedo limpio y con el silencio cómplice del entramado administrativo, la sociedad en general y la propia prensa en particular. Nadie sabía nada y nadie se daba por enterado, sabiendo todos que la citada multinacional estaba haciendo su agosto delictivo.
Lo más grave está ocurriendo ahora: los brasileños no solo no están colaborando con la justicia colombiana, sino están entorpeciendo los esfuerzos de nuestra Fiscalía General.
Es tiempo de que nuestro Presidente se apersone frente a su homólogo carioca para que terminen los obstáculos que se están poniendo a los esfuerzos colombianos, por establecer los reales alcances del masivo robo y se puedan judicializar a todos los responsables.
La segunda desvergüenza tiene que ver con otras operaciones de obscuras multinacionales. Nuestro país lleva años siendo víctima de sobrecostos y de licitaciones amañadas e voluntad de los proponentes. Concursos hechos "a la medida " de los manipuladores aspirantes, con plena colaboración de funcionarios deshonestos y políticastros inescrupulosos. El caso más emblemático y actual es el de Reficar, empresa que "entregó su chequera" a la firma constructora CBI, en forma tan escandalosa que, sumados todos los excesos y despilfarros de los contratistas, éstos se embolsillaron o dilapidaron más de seiscientos mil millones de pesos, al punto que la obra terminó costando el doble de lo presupuestado inicialmente. Ya son cerca de treinta los incriminados...
La tercera desvergüenza tiene nombre propio: Nicolás Maduro. Este heredero del chavismo está rompiendo todas las marcas de la incontinencia demagógica. Le falta aún dos años para terminar su nefasto mandato y ya tiene totalmente descuadernado a su país. Su sufrido pueblo a duras penas sobrevive en medio de penurias y privaciones de toda índole y ha puesto más de cien muertos en su lucha callejera contra la dictadura. Obviamente como este mequetrefe es de izquierda pura, sus áulicos latinoamericanos han tratado de impedir que la comunidad internacional pueda castigar tanta felonía. Hasta la misma OEA no ha podido actuar en defensa de los sufridos venezolanos. Hoy podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que lo que le está sucediendo a nuestro querido vecino no tiene antecedentes comparables: ¡cárcel de diez años para quien proteste!
Adenda Uno
Duele la partida de un gran amigo y colega, Héctor Mora, el primero de nuestra generación en dejar la parroquia informativa.
Adenda Dos
José Galat ha querido ser más papista que el Papa: ha sido un verdadero insensato al calificar de ídem al Sumo Pontífice.