Un Adenauer para Colombia (I) | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Febrero de 2021

Siendo honestos, tenemos que aceptar que Colombia es una Banana Republic: más candidatos para la presidencia que electores; la Constitución Nacional interpretada al gusto del elegido; la corrupción es nuestro peor virus; la pobreza es la orden del día; la delincuencia es el factor común; los políticos salen de cubiletes; las inauguraciones de obras públicas se celebran antes de empezar; la lucha contra guerrilleros, que empezó a principio de los años 30 del siglo pasado, y sigue vivita y coleando; los cerebros más brillantes de nuestras universidades están en el exterior (en la Florida USA, hay más de un millón de colombianos); nuestras riquezas naturales están siendo saqueadas sin compasión; la salud, para los pobres y clase media, deja mucho que desear, y los seguros de salud -pre pagada- se llevan la mitad de las jubilaciones. Hablando de educación: la niñez y la juventud salen preparados para trabajar como maquinas: sin pensar ni soñar.

Claro que habrá quienes me calificaran de apátrida, y entiendo que la realidad es menos dramática, pero estoy seguro que si seguimos por donde vamos esta caricatura, pronto, será realidad. Por esto acudo al ejemplo de un anciano que supero la tragedia de la reconstrucción alemana, derrotada.

Konrad Adenauer fue considerado como el líder político más brillante del siglo XX -canciller alemán a sus 73 años, desde 1949 a 1963 -antes había sido Alcalde Mayor de su ciudad natal: Colonia los 41 años, de 1917 a 1933-. Fue un administrador de primera clase, brillante, trabajador incansable. Llevando a su país a un nivel de desarrollo asombroso, hasta la dictadura del Führer: Hitler. Con la ocupación de los Aliados, como alcalde, se enfrentó con estos, enfocando su misión: “reconstruir con una visión a largo plazo: el desarrollo sobre el inmediatismo”. Desagradando a los ingleses triunfadores.

Se vinculó al nuevo partido Unión Demócrata Cristiana (CDU), en 1946: “…porque estamos profundamente convencidos de que solo una democracia enraizada en el cristianismo y una ideología europea, en la ley natural cristiana, y los principios de la ética cristiana se puede cumplir su gran misión educacional entre la población alemana y brindar su renacimiento”. Fue muy lejos para unir el partido naciente, bajo la bandera del CDU, así logro un partido unido y coherente, en el centro del espectro político.

Así, en forma delicada, inteligente, pudo unir a los diferentes partidos políticos sueltos: “argumentaba que su prioridad era educar al pueblo alemán en los principios de paz: para mantener la paz es indispensable dejar atrás la tradición de un Estado unipersonal y seguir, orgullosamente, el camino de la democracia, de la libertad individual, la autodeterminación, y la dignidad de la persona humana según las democracias occidentales… Una economía y política integrada a Europa Occidental. Esto por encima del Estado que sacrifica al individuo, su dignidad y valores, por un ídolo”

Después logró un imposible: unió a los partidos católicos y protestantes (primera vez en la historia) -excepto los de ideologías socialistas- llegando así a la Cancillería (la función ejecutiva alemana). Como presidente del partido CDU, llamado –partido del pueblo– atrayendo el electorado: de empleados y empleadores y la clase media.