A una semana de finalizar su primer año de mandato presidencial, Donald Trump, sigue sin vencer ni convencer en su misión de dirigir a sus compatriotas y liderar a Occidente. Los resultados de su agridulce gestión son contradictorios: mientras en el campo económico las cosas parecen ir por buen camino, en el político la controversia sigue encendida. Por ejemplo, el famoso índice Dow Jones, principal indicador del crecimiento económico, ha logrado un incremento del 38% sobre las cifras de hace un año, pero los políticos siguen sin poder descifrar su comportamiento impredecible y muy poco presidenciable. "Estúpido" y "bruto" son los epítetos más frecuentes que le endilgan.
De temperamento sanguíneo muy extrovertido y acostumbrado a hacer su santa voluntad, Trump no ha podido acomodarse a las acartonadas costumbres del protocolo washingtoniano ni a lo que se conoce como "políticamente correcto". Para no pocos el Presidente no es que esté loco sino que se hace el loco y saca provecho de esta situación. En estos accidentados meses su labor se ha visto con frecuencia entorpecida por su poca prudencia y su mucha intolerancia. Hasta su entorno familiar se ha visto afectado, hasta el punto que son muy pocas las oportunidades públicas en que lo acompaña su esposa Melania o su pequeño hijo.
Un libro que trata de describir estas vivencias disfuncionales, "Furia y Fuego en la Casa Blanca de Trump" se está vendiendo como pan caliente. Un periodista que logró convivir con este caos ha tratado de proyectar la imagen de un Trump con pocas aptitudes para el mando y muy escasa formación política. No se recuerda un obra que ataque tan frontalmente a un mandatario en ejercicio, ni siquiera las que se produjeron con ocasión de la caída de Richard Nixon y su Watergate.
Sin embargo muchos críticos coinciden en que, a pesar de todas estas circunstancias, la presidencia de Trump no se ha visto ni se verá comprometida hasta el punto que este tenga que renunciar a ella, o sus adversarios puedan tener un expediente válido para destituirle. Más si se advierte que lo que ha hecho es aprovechase hábilmente de un gran descontento popular, dadas las difíciles situaciones en que vive una clase media, sitiada por la falta de oportunidades. Le favorece igualmente que lo republicanos no parecen interesados en molestarlo, ni que los demócratas estén listos para hacerle una oposición consistente.
El mayor orgullo de Trump es haber llegado sólo con su voluntad y recursos a la Casa Blanca .A menudo alardea de ello y esto ha marcado su línea de conducta: no rendirle cuentas nadie. Haber triunfado sin el concurso del llamado "establecimiento" es algo que sus detractores no le perdonan y haberlo hecho también sin el apoyo de la prensa, evidencia que Trump supo calibrar a sus electores y que éstos muy seguramente le van a guardar tal grado de fidelidad que garantice la oportunidad de reelegirse.
Pero no todo es color de rosas. Los tradicionales aliados de los norteamericanos, que son los europeos, si se han resentido y por ello éste ha tenido que realizar una gira relámpago para convencerlos –personalmente- de que a pesar de las apariencias todo sigue igual para las alianzas centenarias. Con Colombia las cosas han sido a otro precio, porque todo parece indicar que Trump ha regañado a nuestro presidente por el manejo que le ha dado a la lucha contra los cultivos ilícitos. Y bien parece que no le falta razón.