El alcalde Enrique Peñalosa nos promete a los bogotanos que antes de terminar el año se habrá asegurado la contratación y la construcción del metro que tanto necesita la capital para su transportación masiva. Según él ya están dados los pasos claves que aseguran que ese metro, que será liviano y además elevado, podrá ir desde el extremo sur de la ciudad hasta la calle setenta y dos, al norte, Posteriormente se llevaría hasta la calle cien y, más adelante, hasta la propia estación de La Caro en el extremo norte.
Sin embargo todavía queda mucho por hacer, entre otras cosas, lograr que el Concejo de la ciudad deje la politiquería barata y se comprometa de una vez por todas con la solución de los problemas capitalinos. Los bogotanos padecemos a diario problemas de toda índole, pero el más crítico es el de la movilidad. El mal llamado Sistema Integrado de Transporte, SITP, es una verdadera vergüenza. Utilizarlo, cuando se logra descifrar el intrincado manejo de sus rutas, resulta una verdadera aventura para la integridad física y mental de los usuarios
La falta de cultura y consideración de la mayoría de los atrabiliarios conductores debería haber llamado desde hace tiempo la atención del señor Peñalosa. Sin embargo nada ha hecho y cada día que pasa el transporte público se torna más caótico, sin hablar del Transmilenio, que desde hace ya mucho tiempo está convertido en un verdadero infierno. Lo más grave es que no parece haber solución viable y manejable a la vista.
Otro de los grandes lunares de la ciudad es la rampante inseguridad. Incluso nosotros mismos hemos sido víctimas en nuestro propio barrio y sabemos por amigos y conocidos que ellos también lo han sido. Lo más grave es que existe la percepción de que no vale la pena denunciar, porque las autoridades no tienen capacidad de respuesta. La Alcaldía habla del aumento de pie de fuerza, pero lo único verificable es que cuando se necesita la policía, no se encuentra agente alguno que asista a las víctimas.
Esa desesperanza parece ir adueñándose de muchas otras instancias nacionales. La huelga de Avianca es una demostración palpable de cómo la ausencia de autoridad está haciendo mella en todas partes y a todos los niveles. Es verdaderamente lamentable el irresponsable espectáculo que están dando ambas partes en conflicto. Cada una tira para su lado sin pensar en el país y en los miles de usuarios que diariamente se están viendo afectados por la inmovilización de un transporte tan vital para nuestra economía.
En un país en donde la mitad de sus habitantes sufren las consecuencias del subempleo o desempleo, no hay derecho a que una clase de trabajadores privilegiados, con buenos salarios, estén dando ese mal ejemplo y tampoco que una empresa por necesaria que sea abuse de su posición de liderazgo.
Mientras, la rampante corrupción sigue en aumento y cada día la crónica política sigue transformada en crónica roja. Lo que ha sucedido con la justicia y con las altas cortes no será un capitulo fácil de olvidar.