Un testimonio intelectual | El Nuevo Siglo
Viernes, 28 de Julio de 2023

Quiero comenzar leyendo la dedicatoria que tiene estos escritos selectos: Gabriel García Márquez decía "que uno escribe finalmente es para los amigos, a los que he tenido durante toda una vida y en especial a los que tuvieron la generosa idea de recogerlos en esta publicación, van dedicados estos escritos"

Una selección de escritos es, a la postre, una biografía intelectual del autor.

Un primer eje temático de estos escritos tiene que ver con la hacienda pública, que siempre ha estado muy cerca de mis afinidades intelectuales.

La constitución del 91 le dio cartas de nobleza jurídica a la hacienda pública dedicándole todo el título XII, por eso la jurisprudencia constitucional de nuestro país es tan rica en contenidos hacendísticos.

En los escritos aparecen semblanzas de grandes hacendistas. Uno de ellos, por supuesto. Don Esteban Jaramillo, quien presentó en sociedad el impuesto a la renta en Colombia en los tiempos de don Marco Fidel Suárez y que tan fértil legado dejó con su tratado de hacienda pública y con sus múltiples e imaginativos aportes desde la trinchera de la función pública, que él ocupó en tan diversas ocasiones.

Aparece también una semblanza de Don Clímaco Calderón, autor del primer tratado de hacienda pública que se escribió en Colombia.

Igualmente analizo a Carlos Lleras Restrepo como hacendista, así como las facetas relacionadas con la hacienda pública en la Constitución de Cúcuta de 1821, y José María del Castillo y Rada, entre otros, como exponente de la visión de las finanzas públicas que se tenía al despertar de la República.

El segundo eje temático de estos escritos lo conforman anotaciones sobre el café. No sin razón el general Uribe Uribe dijo que Colombia es café o no es.

La caficultura ya no aporta a nuestra balanza de pagos los porcentajes de divisas por lo que respondía en la primera mitad del siglo XX. Pero socialmente sigue siendo tan importante como siempre lo fue. Uno de cada cuatro empleos que existen en Colombia lo genera la caficultura.

De ahí que continuar reflexionando sobre el pasado y presente del café como se hace desde estos escritos no es superfluo.

El siglo XIX, con todas sus tribulaciones conforma el tercer eje temático de estos ensayos. Allí he querido consignar dos ensayos que, de alguna manera, reflejan el trasegar de las finanzas públicas en ese tormentoso siglo que fue el XIX: el primero está dedicado a estudiar el estanco del aguardiente y el segundo el del tabaco que, en su momento, fueron los pilares sobre los que se apoyó la estructura fiscal de la colonia tardía y la de la primera mitad del siglo XIX.

También se analiza en capítulo especial lo que fue la política monetaria durante la regeneración. Que no hay tal que fuera descuidada o irresponsable. El señor Núñez cumplió a rajatabla lo que entonces se llamó “el dogma de los $12 millones” que fue el límite que se le impuso a las emisiones de moneda fiduciaria por el Banco Nacional.

La Regeneración hizo bajar los tipos de interés, y la expansión de los cultivos de café en la cordillera oriental de Colombia se deben, principalísimamente, a la buena política monetaria que impuso la regeneración.

La desmesura y la primera y única hiperinflación que ha tenido Colombia nos llegó con la guerra de los mil días, a lo cual intentó ponerle orden el gobierno del general Reyes, redefiniendo los términos de nuestras unidades monetarias.

En los capítulos finales de estos ensayos se estudian los episodios en los que me correspondió participar para poner orden a los amagos de crisis bancaria que hubo durante el gobierno de los presidentes Betancur y Pastrana.

Colombia ha tenido una institucionalidad seria y respetable que por estos días está cumpliendo 100 años, con la creación de la Superintendencia Bancaria y del Banco de la República.

Las lecciones que sacamos de aquellos difíciles momentos en los que se logró apagar el amago de incendio de crisis bancarias generalizadas en los tiempos del presidente Betancur y Pastrana, fortalecieron nuestras instituciones de supervisión y vigilancia, de la misma manera que la Constitución del 91 hizo lo propio rodeando al Emisor de un incuestionable nivel de independencia frente a los gobiernos de turno.

Los capítulos finales están dedicados a reflexionar sobre mis experiencias en el proceso de paz, en la reforma agraria integral que se consignó en los acuerdos de La Habana, y, en fin, sobre los otros temas que tienen que ver con la búsqueda de la esquiva paz que merece Colombia.

Al terminar la guerra de los 1000 días ese gran colombiano, sacrificado en las gradas del capitolio nacional por las fuerzas del fanatismo y de la intolerancia, que fue el general Uribe Uribe, dijo lo que continúa teniendo vigencia hoy: ha llegado el momento para los colombianos de despedirnos como combatientes y de saludarnos como ciudadanos”.