Como un verdadero regalo para los amantes de las lecturas históricas, los libreros bogotanos han puesto a nuestra disposición una extensa e intensa biografía del exprimer ministro Winston S. Churchill, el más grande estadista del siglo XX. Se trata de una obra colosal en todos los sentidos, comenzando por sus más de mil quinientas páginas que detalla, paso a paso, su extensa y prolífera existencia y narra cómo salvó, literalmente, a la civilización de las garras del nazismo. Su autor es Andrew Roberts, uno de los mejores historiadores de habla inglesa.
La espléndida riqueza documental nos proyecta hasta los detalles más nimios de una figura sin parangón.
Hijo de un notable político de las postrimerías de la era victoriana, fue toda su vida un aristócrata no sólo por su cuna sino por su comportamiento social. Desde su más temprana edad W.S.C. se vió comprometido con grandes acontecimientos. Autodidacta, ejerció el periodismo con gran éxito por el manejo maestro de una prosa singular, a la vez que demostró extraordinarias dotes oratorias, que lo catapultaron a la cima parlamentaria.
En "Mi juventud", su obra autobiográfica Winston nos recuerda cómo sus oyentes "lanzaban grandes vivas en los momentos precisos, justo cuando hacía una pausa a propósito para darles la oportunidad de aclamar su aprobación y demostraba que no me había ido tan mal". Desde sus primeras experiencias parlamentarias fue un acérrimo defensor del imperio británico y de la monarquía. Aunque cambió varias veces de bando la mayoría de su vida se proclamó conservador en "ideas y costumbres",
Fue un defensor acérrimo de la ética política” Uno debe tratar de dar lo mejor de sí mismo, de llevar una vida honorable, de cumplir con su deber, de ser leal con los amigos y amable con los débiles y los humildes. Tendrá muy poca importancia el que nos crean o no nos crean". Aunque él personalmente fue siempre un ejemplo, no dos de sus de sus hijos, que en su momento fueron protagonistas de escándalos sociales muy comprometedores. Su matrimonio con Lady Clementina fue un modelo de cariño y compromiso mutuo. "Supongo que de lo que se trata es de practicar la religión de la mentalidad sana", decía.
Aunque fue candidato en varias oportunidades al Premio Nobel de la Paz, terminó ganándose el de Literatura. “La gran capacidad retórica no se otorga, ni se adquiere, se cultiva. El orador es real pero la retórica es especialmente artificial". Para Churchill cinco eran los elementos básicos de esa oratoria: la valoración de la palabra, la acumulación argumental, la euforia sonora, el equilibrio y la cadencia, Poro para él también era clave que la emoción del orador se conjugase con la de sus oyentes. Su defecto: era muy propenso a la exageración y al lenguaje desmedido.
Pero lo que lo agiganta en la historia era su inmensa capacidad de entrega y de sacrificio. Durante toda la segunda guerra mundial, a lo largo de un lustro, sólo dormía dos o tres hora mientras dirigía la defensa de Europa. Esa voluntad de hierro le permitió la victoria. "Que las dificultades no nos ha de rehuir nuestro deber", clamaba. El haber sido útil en el momento crítico, bien podría ser su epitafio.