Una Universidad es en relación con una comunidad, lo mismo que el cerebro en relación con el cuerpo humano. Su parte más luminosa y trascendental. Por eso una nación será lo que haga el mundo académico por la formación moral, espiritual y económica de sus futuros dirigentes, empresarios, administradores y ejecutivos.
Es mucho lo que los educadores y orientadores han hecho por Colombia. Sin embargo, es inmensa y casi inabarcable la tarea que nos angustia en esta época, por problemas que vienes de atrás, agravados casi hasta la asfixia por el “coronavirus”.
La pandemia ha significado afrontar la conectividad digital con urgencia, la salud mental alterada por el encierro, la desesperación económica, la incertidumbre y desafiante situación monetaria.
Niños alarmados por la incomunicación, adolescentes frenados en todos sus ímpetus, adultos mayores indignados por el arrinconamiento a que se nos ha sometido.
Las universidades populares y entre ellas la Central y La Gran Colombia presididas por Jaime Arias Ramírez y Marco Tulio Calderón, lideran el nuevo replanteamiento educativo en el ámbito superior. El primer mensaje que el país les ha escuchado a estos dos conductores humanísticos es aumentar el nivel académico, ayudar económicamente y en lo financiero a los estudiantes, intensificar programas virtuales, facilitar el desarrollo de los programas en camino para que a pesar de todo el universitario salga adelante por encima de todo.
Henry Ford nonagenario repetía. Las emergencias y la adversidad, no son un problema. ¡Son oportunidades, retos y desafíos! Tanto Jaime Arias Ramírez como Marco Tulio Calderón inculcan a los jóvenes que en la vida no hay que temerle a la competencia. Se le teme únicamente a no ser competente. Cuando todo se cierra y se oscurece hay que recordar a la pelota de caucho. Mientras más duro se arroja contra el suelo, ¡más alto rebota!
Es importante exaltar a universidades populares como la Central y La Gran Colombia que manteniendo toda clase de exigencias intelectuales y científicas, perseveran decorosamente en el propósito de mantener unos costos para los estudiantes sumamente bajos y tolerables para que los más pobres de la población, para que logren triunfar en la vida con el arma más poderosa que es el “conocimiento”. Hoy en día se repite que el “saber” es mucho más trascendental que los depósitos bancarios, los títulos valores y la acumulación de bienes monetarios.
Pensemos en cerebros de todos los que se imponen en el mundo. El mejor patrimonio humano es la idoneidad, la capacidad, el brillo mental, la inteligencia y la voluntad.
El hambre de saber es lo que con frecuencia hace superior al alumno de la clase media, frente a los privilegiados y los descendientes de las clases dominantes. Jorge Eliécer Gaitán y Belisario Betancur fueron ejemplos ilustres de lo que puede lograr un marginado motivado por el permanente espíritu de superación.
Algunos hijos de “papi”, asisten a veces de mala gana a la universidad. Si fracasan nada los va a perturbar por la gran solvencia económica de sus progenitores. En cambio, el escaso de recursos, sabe que la única salvación es la superación moral, personal y académica.