Dígase lo que se diga lo único claro, concreto y válido es que la visita del Papa Francisco ha tenido como gran propósito apuntalar y consolidar el proceso de paz que vive el país y por el que se ha jugado entero el presidente Juan Manuel Santos. Eso está bien y por ello todos debemos congratularnos a la vista de los resultados.
Estas últimas horas vividas por el Santo Padre en nuestro país fueron una extensa y hermosa letanía por la paz, el perdón y la reconciliación entre todos nosotros, oficiada con todos los ritos de una Iglesia milenaria.
Ha sido todo un espectáculo de meticulosa sincronización y proyección mediática, para involucrar y comprometer a toda una nación en ese loable empeño y se ha cumplido con la mejor de las intenciones y la más ambiciosa expectativa. Han sido maratónicas jornadas, cuya multifacética caleidoscopia ha quedado para siempre registrada en la retina de todos los colombianos. Un empeño sin antecedentes del que deben estar orgullosos todos sus protagonistas.
Como el Pastor de la Paz, Francisco nos envolvió en su magia espiritual y comprometió nuestras voluntades para "dar el primer paso" en ese largo y nada fácil camino que es el de paz. "Ustedes no están solos, somos muchos los que lo estamos acompañándolos" decía y repetía en toda oportunidad, para que cuarenta y nueve millones de colombianos se hicieran partícipes de esta espléndida cruzada por nuestro futuro.
"Armemos lio", nos imprecaba en su dialecto porteño de barriada. "Los invito a todos a ser socios de esta empresa común que es la patria". Sin egoísmos y sólo pensando en "el otro". "No se metan en el chiquitaje y piensen y actúen a lo grande" Y a sus obispos: "Ustedes no son técnicos, ni políticos, son pastores". Pastores que deben velar por la paz y la convivencia en su rebaño.
Han sido pues intensas y extensas jornadas todas ellas pletóricas de fe y de esperanza, todas destinadas a conseguir sellar y comprometer la voluntad de todo un país desde lo más profundo del corazón de esos millones de compatriotas. Debemos todos agradecer al Pontífice su inmensa capacidad de entrega y sacrificio, capacidad desplegada sin reservas en esta loable cruzada. Ha sido un hermoso y fructífero aporte a nuestra a una causa, que debe ser cada día más común. Si queremos sacar el mayor provecho de este grandioso empeño debemos tratar de convertir en espléndida realidad los sueños de los más pobres y los más necesitados.
Hasta los más enconados adversarios del proceso deben reconsiderar sus viscerales posiciones y deben aprestarse a responder al llamado del Pastor de la Paz, espacialmente cuando -citando palabras macondianas- todos debemos aprovechar "esta segunda oportunidad sobre la tierra" y no debemos caer de nuevo en los dolorosos episodios de la Patria Boba". Por todo ello la visita del Mensajero de Roma tiene que ser aprovechada al máximo de nuestras voluntades porque "la paz nos impulsa a ser más grandes que nosotros mismos".
Adenda
Para el presidente Juan Manuel Santos esta ha sido su mejor hora como gobernante y como gran arquitecto de esa paz. De la forma como la administre y aproveche garantizará su merecido puesto en la historia.