VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Abril de 2012

“Agenda de paz”

ENTREVISTA  concedida a un diario brasileño.

Con la entrega de los 10 militares que tenían en su poder, ¿usted piensa que la guerrilla está mucho más debilitada?

Todo lo contrario. Al liberar a los rehenes, las Farc también se están liberando a sí mismas. Ellas tenían que destinar mucha logística, inteligencia y recursos humanos para evitar los exitosos rescates militares, con lo cual, se desgastaban en una tarea infructuosa porque el Estado jamás cedió al chantaje humanitario, es decir, al llamado “canje de prisioneros”.

Por supuesto seguirán secuestrando por razones extorsivas pero alegarán que son otros los perpetradores y no ellos.

En los últimos años, las Farc perdieron muchos líderes. ¿Cuál ha sido el impacto?

Las Farc tienen una notable capacidad de recuperación porque cuentan con apoyo de gobiernos y movimientos populares extranjeros. Son una red compleja integrada a las redes de la revolución bolivariana en el hemisferio.

Por una parte, actúan como una organización terrorista altamente cruel y efectiva que se nutre de los copiosos recursos del tráfico de drogas. Pero también se dedican a movilizar a la población en el campo y en las ciudades para que crezca el inconformismo social, al tiempo que multiplican sus escenarios internacionales mediante una diplomacia paralela sofisticada.

Con todo ello, pretenden formar una corriente de opinión pública favorable al diálogo y la negociación, o sea, un clima de presión múltiple que obligue al Gobierno a concederles el estatus de “interlocutor político válido” que tanto anhelan, porque así, de la noche a la mañana, podrán negociar el futuro de Colombia... ¡a pesar de estar perdiendo militarmente la guerra!

Esa es una encantadora paradoja estratégica y una trampa fenomenal en la que el presidente Santos podría caer o estar cayendo fácilmente.

¿Usted cree que las Farc pueden tener un papel activo en la política colombiana?

Por supuesto. Ya lo están haciendo. Moldean la agenda legislativa en procura de un marco legal que las favorezca. Moldean la agenda internacional porque los gobiernos de la Alianza Bolivariana tienen la clave del acompañamiento del proceso. Moldean las agendas sociales mediante falacias relacionadas con el “fin del secuestro”, el “fin del terrorismo”, la legalización de las drogas, etc.

El próximo paso es negociar el futuro del Estado, o sea, dialogar con el Gobierno para establecer una resonante Asamblea Nacional Constituyente que, adornada por la semántica “de la paz” y la “reconciliación”, desemboque en una coalición, un frente amplio.

Coalición en la que alguna de sus figuras clave aparezca como fórmula vicepresidencial destinada, obviamente, a promover el ingreso o, al menos, la integración efectiva de Colombia en la Alianza Bolivariana.

Por supuesto, las Farc no dejarán las armas, ni renunciarán a la violencia política. Pero con tales logros y con todo el poder que habrán acumulado para entonces, ellas les dirán a los colombianos sin el menor rubor: ¿Por qué preocuparse tanto por unas armas más o unas armas menos?