VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 27 de Noviembre de 2012

Daltonismo
 

El Gobierno habría preferido manejar los 5 grandes puntos de la negociación con las Farc sin necesidad de fijar límites más allá de los “principios” esbozados el 4 de septiembre.
Por eso, el enfoque basado en evidencias y pruebas de que la contraparte liberaría a los secuestrados, no secuestraría más, ni sembraría más minas, ni reclutaría menores, se modificó por otro basado en sensaciones y percepciones.
Y esas sensaciones (subjetivas) fueron las que llevaron al Presidente a sostener que era imposible “dejar pasar la oportunidad” de ponerle fin al conflicto.
Así que bajo la lógica negociadora del paquete completo (“nada está acordado hasta que todo esté acordado") el Gobierno confió en que los plenipotenciarios de las Farc respetarían la agenda acordada inicialmente en La Habana.
Pero desde el mismo 6 de septiembre, durante su rueda de prensa en la Isla, la organización ilegal empezó a abrir desmesuradamente el abanico convirtiendo la dichosa agenda en papel mojado, en un simple esqueleto de referencia procedimental.
La situación fue agravándose mediante reportajes y declaraciones con que las Farc buscaban enunciar los verdaderos contenidos paralelos que iban a debatirse en la mesa.
Así que cuando el jefe de la delegación guerrillera llega al paroxismo en Oslo, al delegado colombiano no le queda otra alternativa que sentenciar: “El Estado no va a convertirse en rehén de este proceso”.
Y es a partir de ese instante que comienza la reflexión sobre los límites del diálogo con una organización terrorista curtida en el arte de combinar y dosificar la munición y la palabra, es decir, la negociación por efectos, aquella en la que no suelen ser expertos los gobiernos elegidos.
Puesto contra la pared, el Presidente comienza a hablar de “líneas rojas” y afirma repetidamente que sabe hasta dónde puede llegar exactamente con el diálogo.
Y así, forzado por las circunstancias y la habilidad de su oponente, el Gobierno menciona la Constitución del 91, el modelo económico y la doctrina militar. Incluso, el delegado colombiano proclama que “... No vamos a negociar concesiones de sociedad, ni vamos a negociar las políticas del Gobierno”.
Entonces, ¿cuáles serán las concesiones que verdaderamente piensa hacer el Ejecutivo, y de las que iremos enterándonos al compás que imponga su interlocutor político válido?
Porque lo peor que puede pasarnos es seguir siendo víctimas del daltonismo político, ese curioso fenómeno que lleva a un gobernante a ver líneas verdes o rosadas cuando antes creía que eran rojas.