La creciente dependencia de estas potencias y la cada vez menor presencia de Estados unidos y la Unión Europea en Latinoamérica nos están llevando, más rápido que despacio, a un rincón oscuro del cual será difícil salir.
Causa preocupación que el declive de la autoridad internacional de EE.UU. parece auto infligido y no causado por un factor externo -sea cual sea- que haya hecho tambalear al gigante del norte.
Es claro que dicho declive no solo sele debe a Biden. Este viene de atrás. Se sembró con Barack Obama y germinó durante la administración de Donald Trump. No obstante, si empeora más y toma mayor velocidad hacia el abismo con el incapaz de Biden al mando. Con la presión de la guerra en Ucrania y teniendo en cuenta que los rusos, medio derrotados y cada vez más arrinconados, amenazan con llegar apeores instancias bélicas si se da un nuevo avance de la OTAN, se agrava la debilidad americana.
¿Dónde o cómo nos deja parados esta situación a los países latinos? En mi opinión, en la mitad de una ya evidente versión moderada de una nueva Guerra Fría.
Sí, una Guerra Fría. No me equivoqué al escribirlo y estoy consciente de las implicaciones. En la situación geopolítica actual, Putin y otros revivieron el empolvado término, que seguro los recalcitrantes y curtidos líderes de izquierda en Latinoamérica -veteranos de la Primera Guerra Fría- reconocen y vuelven las zonas de influencia.
China y Rusia cada día lograrán avanzar más en el continente, sobre todo teniendo en cuenta el triunfo de Lula y con ello todos los países estratégicos por sus recursos naturales, poderío militar y ubicación geográfica en Latinoamérica quedan bajo manipulables gobiernos de izquierda, afines naturalmente a lo que dicen los herederos de las revoluciones comunistas.
Revoluciones que dejaron al menos 100 millones de muertos, sea justo recordar.
No obstante, para muchos de los aspirantes a tiranos de Latinoamérica, las causas comunistas, los millones de muertos y el criticable andar actual de China y Rusia fueron y son justificables. A muchos les sigue pareciendo legítimo ejercer la violencia y la barbarie en nombre, nuevamente, de la mal llamada `revolución`.
A pesar de lo terrible que hayan sido los holocaustos comunistas, para ellos, continúan siendo peores y más graves las atrocidades de EE.UU. (igual condenables). Para la izquierda, los muertos de Mao o Stalin o de las guerras y las guerrillas que patrocinaron, nunca son tan graves como los de los `yanquis`. De hecho, se pueden olvidar y perdonar como lo pretende Petro.
América Latina ya no seguirá siendo el “patio trasero” de EE.UU., pero tampoco será vía libre. Vivimos un cambio de dueños que ejercen su poder mediante el control económico, el espionaje, la guerra digital y la complacencia con los populistas de izquierda,
Para congraciarse y ampliar su poder, por ejemplo, resulta válido atender el capricho histérico e inmaduro de Pedro que dejará a Bogotá otros 14 años sin metro haciéndole al nuevo “patrón” el metro subterráneo.