Estamos todos los colombianos en la antesala de la elección del sucesor de Juan Manuel Santos. Como se han venido presentando los acontecimientos políticos, se trata de un acto democrático que marcará profunda huella en nuestro devenir democrático. Nuestra mayor preocupación es que nos veamos obligados a escoger entre dos males el menor: votar por Duque o hacerlo por Petro, y que al proceder, por ejemplo, por el primero, no estemos firmando un cheque en blanco para que las mayorías con las que parece contar en el Congreso de la República el uribismo, se vean tentadas a "hacer trizas" los acuerdos de paz de La Habana y también, con sucesivos actos legislativos hacer lo mismo con la propia Constitución nacional. Al expresidente no le faltarán ganas. Nos lo dicen a diario su talante y sus ejecutorias.
Convendría tener siempre presente que en materia de "reformas fundamentales", para el inquieto exmandatario, siempre se tratará de un simple "articulito" para proceder a moldear a su acomodo y a su imagen y semejanza nuestra Carta Magna. También deberíamos tener en cuentan la facilidad de entrega y acomodamiento de las mayorías parlamentarias que hoy integran las “adhesiones exprés": veloces y furtivas, por no decir vergonzantes, del conservatismo, el liberalismo, Cambio Radical y La U. Duque las acepta pero evita salir en la foto. Por estos días todo el mundo habla de un Acuerdo sobre lo Fundamental, al más puro estilo del inmolado caudillo Álvaro Gómez. Poro nadie lo suscribe. Es un potente discurso del que usa y abusa el propio Petro, olvidándose cínicamente de las trágicas relaciones que con nuestro jefe tuvo su propia camarilla del M19. Un ropaje dialéctico para ocultar las falencias y sofismas de unas promesas de campaña destinadas a embaucar a incautos.
De seguro no faltara alguien que estime que "estamos hilando muy delgado", pero lo cierto es que en vísperas de estas cruciales elecciones presidenciales, el poder que está atesorando el uribismo, que no su candidato, es inmenso. El desbalance con los demás movimientos políticos es tan crítico y evidente que uno no atina a imaginar como los "adherentes" podrán salvar su dignidad, en el próximo cuatrienio. Quisiéramos equivocarnos. Que todas estas elucubraciones fueran infundadas. Lo que más deseamos es que las grandes virtudes y fortalezas de Iván Duque puedan ser proyectadas a plenitud y que el país entero lo acompañe en la búsqueda de mejores días para todos. Rezamos también para que el expresidente comprenda que un gran gobierno de Duque es la consolidación definitiva de su movimiento como una gran fuerza política hacia adelante. Sin hablar de esa gran reserva moral que es Marta Lucía Ramírez.
Nuestro partido Conservador tiene que remozarse y organizarse para los días por venir. Tiene que rediseñarse como un partido moderno y a tono con todos los requerimientos de esta época digital. Lo mismo tiene que hacer el viejo liberalismo. Si no lo hacen el uribismo copará todo el espectro político, para bien o para mal. Y el señor Uribe Vélez tiene todavía muchos años por delante. En cuanto a Gustavo Petro su futuro, no se puede negar, puede ser inmensamente promisorio. Si el establecimiento político colombiano decide hacer la siesta, Petro podría alzarse con el poder dentro de cuatro años.