En el Museo del Hombre de París se encuentra exhibida la primera gran retrospectiva de reproducciones de arte prehistórico desde los años 1930, cuando la muestra de esas pinturas sacudió a los movimientos de vanguardia.
Estará disponible al público hasta el 20 de mayo de 2024. La retrospectiva, con más de 200 obras y objetos, es un proyecto conjunto con el Instituto Frobenius de Fráncfort, la mayor colección mundial, con más de 8.000 calcos y reproducciones a tamaño real de esas pinturas y grabados en piedra.
Entre las obras expuestas destacan alzados de las pinturas de Altamira (España), un sensacional yacimiento de arte parietal que fue descubierto en 1879.
El sitio original está cerrado al público desde hace décadas por la fragilidad de las obras.
El arte prehistórico, ya sea rupestre (en muros exteriores) o parietal (en cuevas) está presente en prácticamente todo el mundo: se calcula que hay unos 45 millones de muestras en 140.000 sitios, repartidos en 160 países.
Algunos de esos sitios son patrimonio de la Humanidad, como Altamira, la Cueva de las Manos en Argentina o la Sierra de Capivara en Brasil.
Una aventura humana
Durante décadas, a partir de finales del siglo XIX, instituciones de las metrópolis coloniales mandaron equipos para reproducir esas pinturas. Un trabajo que aún continúa con los nuevos yacimientos que se descubren, con técnicas mucho más modernas, como la fotografía de alta resolución.
En la primera mitad del siglo XX, esas misiones eran a menudo "una aventura humana pero también científica", explicó a la prensa Gilles Bloch, presidente del Museo de Historia Natural de París.
En esa aventura participaron muchas mujeres, alumnas de investigadores como el alemán Leo Frobenius (1873-1938), un etnólogo apasionado de la arqueología que organizó expediciones en el mundo entero.
Dos de sus colaboradoras, Katharina Marr y María Weyersberg, con grandes dotes de dibujo, realizaron centenares de calcos y reproducciones de gran fidelidad en lugares como Altamira.
Las dimensiones de esas reproducciones son en ocasiones espectaculares, hasta de siete metros de longitud, con multitud de colores, impresiones de manos, animales y cazadores superpuestos, visiblemente a lo largo de siglos.
"Nos parecía importante que el visitante experimentara el shock estético" que suponía descubrir esas obras en sus sitios originarios, a menudo muy aislados, explicó Aurélie Clemente-Ruiz, directora del Museo del Hombre.
Destacan las pinturas rojas de hombres cazadores del Sáhara argelino, o las extrañas y gigantescas figuras de apariencia extraterrestre de Nueva Guinea.
Las obras fueron elaboradas aproximadamente entre 40.000 y 10.000 años a. C.
Más del 70 % de las pinturas paleolíticas que se conocen fueron hechas en el seno de grupos de cazadores y recolectores, el 30 % restante por pastores y agricultores.
Era un arte básicamente de nómadas, que se apiñaban en cuevas después de buscar su alimento, para dar rienda suelta a sus instintos artísticos, a sus sueños y temores.
Cuando Leo Frobenius expuso por primera vez esas obras en 1933 en París, causó sensación.
"¿Quién será invitado? (...) Picasso, por supuesto", se puede leer en un intercambio de cartas antes de esa exposición.
Años más tarde otra serie de pinturas paleolíticas serán presentadas junto a obras de artistas modernos como Paul Klee o Joan Miró en Nueva York.
Esa exposición tuvo una acogida diferente. Algunos críticos pensaban que el arte paleolítico era mejor que el de sus sucesores del siglo XX: "Sus producciones totalmente degeneradas apenas se pueden comparar con la perfección puramente primitiva" de sus predecesores, clamaba The Washington Post en la inauguración de esa exposición, en 1937.
Picasso
El arte prehistórico, "descubierto" con la llegada del siglo XX, acompañó e influyó decisivamente en la carrera del pintor español Pablo Picasso, como demuestra una exposición que se abrió a principio de este año en el Museo del Hombre de París.
Estuvo compuesta por unas 40 piezas, básicamente pinturas y esculturas del pintor malagueño y pequeñas obras rupestres, la exposición forma parte de la celebración del 50º aniversario de la muerte de Picasso (1881-1973).
El artista nació apenas dos años después del descubrimiento de Altamira (Santander, norte de España), uno de los yacimientos de arte prehistórico más importantes del mundo.
"Pero las pinturas rupestres de Altamira son autentificadas en 1902", cuando Picasso se hallaba en Barcelona, en los albores de su carrera, explicó a los periodistas este jueves la comisaria de la exposición, la historiadora Cécile Godefroy.
A través de la prensa y de revistas especializadas, el pintor se mantiene informado de esos descubrimientos arqueológicos, de la misma manera que asiste fascinado a las primeras exposiciones de arte africano, ya en París.
Cuando en 1922 se anuncia el descubrimiento de la "Venus Lespugue", una mujer de rostro desconocido y formas voluminosas, Picasso compra dos moldes de la figurita.
"¿Por qué me gusta mi Venus prehistórica? ¡Porque nadie sabe nada de ella!", exclamó en una ocasión Picasso al escritor francés André Malraux ("La tête d'obsidienne", 1974).
Los animales retratados con trazos enfebrecidos en la cueva de Altamira o las palmas de manos enrojecidas también dejaron su huella en Picasso.
"Picasso descubrió con mucha emoción las artes prehistóricas en la sede original del Museo del Hombre" de París, recordó por su parte Cécile Debray, directora del Museo Picasso de París.
Destaca a la entrada de la exposición "Mujer lanzando una piedra", un cuadro de 1931 que recuerda a alguna de esas figuras onduladas que se pueden admirar en grutas como la de Lascaux, en Francia (descubierta en 1940).
Y al cierre de la exposición, una donación muy reciente de Maya Picasso (hija del pintor): una "Venus del gas" de 1945, hecha con un simple quemador de gas puesto de forma vertical por el pintor.
Las colecciones de huesos y piedras de Picasso dialogan con las obras pintadas o toscamente esculpidas por artistas hace miles de años.