Viernes, 2 de Septiembre de 2011
En 1981, Jacques Lacan moría de un cáncer de colon, en las afueras de París. Treinta años más tarde, el psiquiatra que revolucionó el psicoanálisis sigue levantando pasiones, considerado un genio por unos y un impostor por otros.
"Soy un payaso, tomen ejemplo y no me imiten", repetía este terapeuta y teórico fuera de lo común, con gestos de dandy extravagante que abofeteaba ocasionalmente a sus pacientes, gran inventor de neologismos y vulgarizador del psicoanálisis en los medios de comunicación.
Nacido en 1901 en París en una familia católica conservadora, estudió medicina, se especializó en psiquiatría y se apasionó por el surrealismo.
En los años treinta efectuó un análisis de seis años y medio con Rudolph Loewenstein y defendió su tesis doctoral, "La psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad", en la que expone el caso de una joven criminal, "Aimée", llamada en realidad Marguerite Anzieu, madre de un futuro psicoanalista, Didier Anzieu.
Lacan también se interesó por las hermanas Papin, que asesinaron a sus patronas en 1933 y fascinarían a numerosos autores, entre ellos el dramaturgo francés Jean Genet.
En 1936 presentó su trabajo sobre el "estadio del espejo" en la formación de la personalidad del niño.
En su mítico gabinete situado en el número 5 de la rue de Lille, en París, Lacan instauró las sesiones cortas o de duración variable. En ellas no dudaba en recibir a sus pacientes apenas dos o tres minutos, varias veces al día, o en sacudirlos emocionalmente sin miramientos. Sus dos salas de espera estaban siempre llenas.
Durante las sesiones, Lacan se levantaba, comía, leía, jugaba. Y al mismo tiempo escuchaba. Su objetivo: sorprender, para favorecer la emergencia del inconsciente.
Esos métodos iconoclastas le valieron la expulsión de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA).
Un teórico singular
En el plano teórico, Lacan elaboró una obra singular, en perpetua evolución, abogando por "un regreso a Freud" que sin embargo chocaba a los freudianos ortodoxos.
En los años 50 se apoyó en la lingüística y el estructuralismo. Su divisa era que "el inconsciente está estructurado como un lenguaje". En esa línea, fabrica nuevas palabras: "lalangue" (lalengua), "lituraterre" (literatierra), etc.
Más tarde, recurre a las matemáticas y el pizarrón de los seminarios semanales que dicta desde 1953 se llena de dibujos de nudos y de trenzas.
Sus detractores lo tachan de charlatán, de "gurú", de "perdonavidas de la democracia", tal como recuerda la historiadora y psicoanalista francesa Elisabeth Roudinesco, que este mes publica una biografía de Lacan.
Roudinesco sostiene que si "el siglo XX fue freudiano, el siglo XXI es ya lacaniano" y que Lacan fue el único "en tomar en cuenta de manera freudiana la herencia de Auschwitz".
Su yerno y legatario, el psicoanalista Jacques-Alain Miller, sigue publicando sus lecciones, en las Éditions du Seuil. "Le Séminaire, livre XIX, ou pire..." apareció en agosto.
Afectado por un accidente de automóvil en 1978, Lacan murió tres años más tarde de un cáncer que nunca quiso tratarse.
En 2011 y 2012 están previstos varios actos y publicaciones para rendir homenaje al psicoanalista.
El ciclo de debates y lecturas comenzará el 9 de septiembre en la Escuela Normal Superior de París, con un encuentro de cincuenta filósofos, historiadores, actores, cineastas, escritores, periodistas y psicoanalistas que leerán textos de Lacan.
AFP