A media asta los pentagramas | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Jueves, 29 de Marzo de 2018
Emilio Sanmiguel

No tengo la menor intención de cometer el atrevimiento de afirmar que tuve amistad, o cosa por el estilo con José Antonio Abreu, el fundador del Sistema Nacional de Orquestas juveniles e infantiles de Venezuela. ¡Dios me libre!

Sí tuve la oportunidad de conocerlo la noche cuando se produjo el Concierto binacional, que en el escenario del Teatro mayor –todo, o casi todo, ocurre en el Teatro Mayor-  reunió a la Orquesta Simón Bolívar de Venezuela con la Filarmónica de Bogotá, bajo la dirección de Gustavo Dudamel. El concierto abrió con el Himno Nacional de Colombia seguido del de Venezuela. No creo que la música del italiano Sindici vuelva a sonar como esa noche.

Al final, la ovación para las dos orquestas y Dudamel fue merecidamente estruendosa. José Antonio Abreu estaba esa noche entre el auditorio y también fue aclamado. Tuve la suerte de que la persona indicada me lo presentara. Fueron unos pocos minutos, pero suficientes para sentir el carisma que emanaba de ese hombre sencillo y frágil, en posesión de esa fuerza interior que sólo se reserva para los grandes de la música.

Un verdadero halo de leyenda rodeaba al creador del milagro de un sistema de orquestas que revolucionó, no sólo a su país, sino al mundo entero y que en las últimas décadas llevó la Orquesta Simón Bolívar a los auditorios más exclusivos del mundo: la Philharmonie de Berlín, el Festival de Salzburgo, la Scala de Milán y un largo etcétera. Mismo fenómeno que trajo a Caracas a directores de la talla de Claudio Abbado, Giuseppe Sinopoli, Rafael Frühbeck de Burgos, Jesús López-Cobos, Zubin Metha o Sir Simon Rattle para dirigirla en el Teresa Carreño. De las entrañas de la orquesta salió, cómo desconocerlo, Gustavo Dudamel, que hoy por hoy es uno de los directores más prestigiosos del mundo.

 

José Antonio Abreu nació el 7 de mayo de 1939 en Valera, estado Trujillo y entre sus maestros de música estuvo Moisés Moleiro. Creó, prácticamente de la nada, el Sistema en 1975. Lo hizo sobre unas bases tan sólidas que sólo basta con ver los resultados. En su momento Rafael Puyana, el gran Rafael Puyana, actuó en Caracas con la Simón Bolívar y sólo tuvo opiniones elogiosas para con la orquesta y el Sistema.

Una labor de tal categoría tuvo, cómo no, detractores. Particularmente en lo que tuvo que ver con los nexos con el régimen de Hugo Chávez y, desde luego el de Nicolás Maduro. Chávez que era inculto, como suelen serlo los caudillos latinoamericanos, pudo ver en la proyección internacional de la Orquesta un arma formidable de propaganda internacional y no escatimó recursos para apoyar el proyecto de Abreu. Es innegable que semejante apoyo fue benéfico para la orquesta a nivel internacional. Maduro, para qué negarlo, en asuntos culturales es poco menos que un analfabeta, susceptible hasta la paranoia y elemental como pocos en asuntos musicales, ha tomado la decisión de prohibir las salidas de la orquesta al exterior, movido por las justas declaraciones de Gustavo Dudamel en contra de su régimen.

Que la posición de Abreu con respecto al régimen de Venezuela tuvo sus bemoles se comprende, pero, también habría que entender lo que estaba en juego: la supervivencia del Sistema, que no es cosa de poca monta. En todo sentido, puesto que no se trata de sólo una orquesta de rango internacional. Al fin y al cabo la Orquesta Simón Bolívar es la punta del iceberg de un proyecto monumental en materia musical y social que reúne a cientos de miles de niños y jóvenes en Venezuela.

Con la muerte de Abreu, ocurrida en Caracas el pasado 24 de marzo se abre la incógnita de su sucesión. Porque personalidades con su lucidez cultural y su tesón no son fácilmente reemplazables. Menos aun cuando los destinos del proyecto, eventualmente, están en manos del régimen. Lo de siempre, las malsanas relaciones entre el Poder y la Cultura.

Sin ir más lejos, aquí, en Colombia, el intento de algo similar al Sistema es el Programa Batuta creado por el Estado durante el cuatrienio del Presidente César Gaviria, con asesoría del mismo Abreu. Sí, con algunos logros sociales, pero muy pocos resultados musicales. En carta blanca Batuta no ha conseguido despegar, justamente porque no ha habido en su dirección alguien mediamente de la talla y credibilidad de un José Antonio Abreu.

Compositor, pianista, clavecinista y organista, Abreu era, además, economista. Tuvo la inmensa fortuna de ver su sueño convertido en realidad. Así se lo reconoció el mundo entero. Murió en olor de santidad musical a los 78 años, No conozco a nadie tan trabajador como él, dijo en su momento Claudio Abbado.  Simon Rattle lo comparó con Nelson Mandela.

“El maestro nos enseñó que el arte es un derecho universal y que la inspiración y la belleza transforman irreversiblemente el alma de un niño, convirtiéndolo en un ser humano”, dijo Gustavo Dudamel.

Hoy por hoy más del 30% de los músicos de la Orquesta Simón Bolívar están en el exilio, por razones que no es necesario explicar; en tanto que el sueño de Abreu queda en manos de un dictador.

A media asta los pentagramas del mundo de la música.