Susan Wang no podía hablar inglés cuando llegó a California desde Taiwán a los 16 años. Ahora, a los 49, dirige una escuela que ofrece a los niños estadounidenses una experiencia similar, pero opuesta: sumergirse en el mundo chino.
Su establecimiento forma parte de un exitoso "programa de inmersión" en idioma mandarín en Estados Unidos fomentado en particular por Pekín, que provee profesores nativos de bajo costo a escuelas estadounidenses que están lidiando con recortes de presupuesto.