Por Óscar Munévar
Enviado especial EL NUEVO SIGLO
Si revisáramos el archivo de EL NUEVO SIGLO, diríamos que acertamos cuando afirmábamos que Francia por Europa y Argentina por Suramérica podrían llegar a la final. Claro está, que también habíamos escrito que Alemania, Brasil y Holanda, pero dimos en el blanco; el fútbol, dicen, no tiene lógica, pero a decir verdad este Mundial fue lógico. Llegaron los que tenían que llegar, una selección albiceleste que no tenía muchas pretensiones, pero sí unos buenos jugadores en cabeza de Messi, y Francia, actual campeón, que también goza de dos jugadores espectaculares: Mbappé y Griezmann, piezas claves de una formación que tenía como poder estar en esta final.
En el camino quedaron Brasil, Holanda, España, Alemania, grandes animadores en otras copas, pero en esta ocasión pese a que tienen un buen promedio de goles para algunos no fueron los más ofensivos y sí los más sorpresivos, los técnicos se preocuparon por armar buenas defensas y tener un delantero rápido.
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Se impuso la lógica, se dio lo que el mundo esperaba, que Messi se despida con gloria o con pena y que le entregue la corona a Mbappé como su sucesor; este, con apenas 23 años, tiene con qué llevar a su equipo al estrellato y conseguir la tercera estrella, que sería la segunda consecutiva.
A mí en particular me gustó el Mundial por lo organizativo, porque en una sola ciudad alcanzamos a ver hasta tres partidos, no había tiempo que perder. Si bien no fue el de mejor fútbol sí tuvo goles de todas las calidades y cantidades. Para la muestra un botón: el siete a cero de España ante Costa Rica y muy pocos cero a cero. Lo lógico está completo y esta final estaba hecha desde el principio.
Pase lo que pase, tendremos campeón de la edición 2022.