* Racionamiento en Bogotá, una alerta nacional
* El Gobierno nacional desoyó los campanazos
Pese a las lluvias de los últimos días el Fenómeno del Niño continúa presente en Colombia, aunque ya entró en una fase de debilitamiento. De hecho, el inicio formal de la primera temporada invernal se demorará una o dos semanas por esa circunstancia y solo en mayo comenzaría en firme.
Esa situación se evidencia no solo en las alertas del sector energético por el bajo nivel de los embalses y la posibilidad creciente de cortes en el suministro de energía, sino también por los racionamientos que ya se están registrando desde hace varias semanas en muchos municipios en cuanto al servicio de agua potable.
La situación es tan preocupante que, incluso, ahora la capital del país será sometida a cortes periódicos en el vital líquido, tal como lo anunció ayer el alcalde Carlos Fernando Galán. Estos racionamientos se hacen necesarios debido a que los embalses que surten a la capital del país y los municipios cercanos están en los niveles más bajos de los últimos 40 años.
Como lo advertimos días atrás en estas páginas, es claro que por más campanazos que se dieron en los últimos meses en torno a la intensidad del fenómeno climático no se activó a tiempo desde el Gobierno nacional un plan lo suficientemente efectivo para que la ciudadanía entendiera la gravedad de la emergencia y comenzara a aplicar, de forma preventiva, prácticas para el uso racional tanto de la energía como del agua potable. De hecho, solo hasta esta semana, tras la última andanada de alertas de los gremios de los servicios públicos y todo el sector energético, se expidió una directriz presidencial con una serie de medidas en esa dirección. Determinación claramente tardía.
Aunque las empresas comercializadoras y distribuidoras de sector energético plantean ahora la adopción de una estrategia de choque, lo cierto es que la mayoría de las alternativas que proponen no son de aplicación inmediata o fácil. Suspender la venta de energía de Ecuador, acelerar el cronograma de entrada en operación de Hidroituango, una mayor operatividad de la cadena termoeléctrica o la designación de los delegados gubernamentales en la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG) no son acciones que se puedan poner en práctica de un día a otro.
En ese orden de ideas, para evitar racionamientos drásticos de energía y agua la ruta más inmediata y eficaz es que las familias y toda la cadena de generación de productos, bienes y servicios apliquen, aquí y ahora, de forma disciplinada y consciente una serie de mecanismos que permitan hacer un uso racional del fluido eléctrico y el vital líquido. Son patrones de conducta cotidiana de fácil ejecución, que no implican inversiones ni mayores sacrificios. Es más, deberían ser de permanente ejecución, exista o no el riesgo de racionamiento.
Reducir el tiempo en la ducha, reciclar el agua de las lavadoras, cerrar los grifos cuando una persona se está lavando las manos o cepillando los dientes... Todos son consejos que la ciudadanía ha escuchado muchas veces y que debería implementar sin demora o excusa. De igual manera, ahora que las lluvias empiezan a aparecer poco a poco en muchas regiones, se puede acudir a implementar sistemas caseros o sencillos de recolección de agua lluvia con el objetivo de utilizarla en las labores más cotidianas de los hogares, empresas, comercios e industrias.
Lo mismo ocurre con tema de la energía, cuyo consumo ha aumentado en más de un 8% en los últimos meses, producto de una mayor utilización de los aires acondicionados y de las cadenas de conservación de frío debido a las altas temperaturas registradas desde finales del año pasado.
De nuevo son muy sencillas las prácticas que cada quien puede aplicar en su hogar y lugar de trabajo. Apagar las luces que no se estén usando, utilizar bombillas ahorradoras, desconectar los electrodomésticos y maquinaria no esencial así como la utilización de energías limpias o un mayor aprovechamiento de la luz del día... Todos son acciones simples que, a medida que se vayan masificando, tendrán un impacto sustancial en el ahorro energético y por esa vía el peligro de apagones disminuirá.
Es necesario repetirlo una y otra vez: el nivel crítico de los embalses, que se acercan ya al límite de escasez en promedio, no se solventará con algunos días de lluvias y aguaceros. Se tardará, por lo menos, dos meses en recuperar los niveles de llenado adecuados. Igual ocurre con los ríos y quebradas que surten muchos acueductos. Incluso, el hecho de que en el segundo semestre se vaya presentar el Fenómeno de la Niña, ya en incubación y que se caracteriza por una etapa invernal más intensa, termina favoreciendo enfrentar la actual emergencia.
El mensaje, en todo caso, es uno y directo: si todos ahorramos, no habrá racionamientos drásticos. Si no lo hacemos, todos sufriremos las consecuencias.