Boris, el impredecible | El Nuevo Siglo
Miércoles, 12 de Junio de 2019
  • Fecundas sorpresas de la política
  • El brexit, tomar el toro por los cuernos

 

 

 

Hoy en día tal vez no exista en el imaginario político mundial una figura tan impredecible como Boris Johnson, el candidato más factible a suceder a Theresa May en el Reino Unido. Y eso que a la mano está Donald Trump y otros que, con su personalidad inabordable o extravagante, han dejado de lado la idea institucional que antes se tenía del ejercicio de la política o lo que se llamaba lo “políticamente correcto”.

En Colombia, por el contrario, la gran mayoría, si no todos los políticos son bastante predecibles. Más o menos se sabe de antemano lo que van a decir y con quién van a pelear. Es el pan de cada día. Por eso no hay mayor modificación del debate público sino una especie de contienda diaria en la que cada cual mantiene a rajatabla sus posiciones y así transcurren las semanas, con la aguja en la misma posición. Todo predecible.

Sin embargo, no pasa ello con Trump, por ejemplo, que hizo un acuerdo migratorio con México, después de amenazar con poner aranceles a los productos de ese origen, y ahora cada país celebra por lo que toca a cada territorio en el nuevo convenio que por lo pronto ha distendido las relaciones fronterizas. Frente a esto, los partidarios de la polarización a ultranza han salido a criticar a los dos presidentes protagonistas; por demás, el mexicano, líder de la izquierda latinoamericana. Pero al fin y al cabo la democracia y las relaciones internacionales se mueven dentro del disenso para llegar al consenso. Y cuando eso se logra es positivo. Saber negociar bien es uno de los elementos esenciales de un buen político. Ello es diferente, por supuesto, a contemporizar, entregar todo o no ceder nada. De ahí que llegar al justo medio sea el arte más difícil.  

El caso típico de un político impredecible fue Richard Nixon. Nadie pensó, jamás, que una figura de su raigambre ideológica, emergido del anticomunismo más acendrado, fuera a dialogar con la Unión Soviética y China. Pero así lo hizo y con ello obtuvo generar las condiciones para un mundo más pacífico en medio de las palpitantes amenazas de la Guerra Fría. Solo Nixon, en efecto, fue capaz de moverse en procura de mejorar el ambiente con Mao y Brézhnev. Y comenzó una era de distensión que finalmente llevó, en la época de Ronald Reagan, al triunfo del capitalismo ante el totalitarismo de Estado que había gobernado desde la revolución rusa. Frente a China, en cambio, ocurrió algo igualmente impredecible y fue que abrió su economía al mercado capitalista. Un caso completamente impensable cuando estaba Mao en el poder. 

Boris Johnson, por su parte, es un político curioso. Miembro del partido Conservador y exalcalde de Londres fue uno de los promotores del brexit y uno de los grandes ganadores del referendo popular que sacó al Reino Unido de la Unión Europea. Se opuso, pues, a buena parte del gabinete de su propio partido y se enfrentó con su viejo amigo de aula, David Cameron, entonces Primer Ministro y hoy completamente retirado luego de su derrota y renuncia. Johnson, no obstante, fue apenas escogido entonces de Canciller y May le quitó la posibilidad de ser el líder que llevara a cabo la voluntad popular británica. Ahora sale May y Johnson queda de primero en la fila después de las largas de la mandataria inglesa a darle curso al querer mayoritario de los británicos.

Johnson, conocido por su extraño peinado y por las frases que a veces suelta, es también uno de los mejores biógrafos de Winston Churchill. El libro que escribió sobre su héroe por lo menos no esconde, en modo alguno, la aproximación eminentemente política al tema y la tendencia conservadora que se deja entrever. Lo cierto, en todo caso, es que en su época el mismo Churchill era tal vez el político más impredecible que se podía llevar a la casa de gobierno del Reino Unido. Ese era, precisamente, el temor del grueso de los políticos conservadores, en medio de las vicisitudes que por la época producían los triunfos consecutivos y relámpagos de Hitler en Europa, y quisieron ponerle talanquera a su ascenso.

En Gran Bretaña, como sugiere un semanario inglés, los principales políticos conservadores, aparte de Churchill, tuvieron la característica de ser impredecibles. Benjamín Disraeli porque no parecía ajustarse a la época victoriana y Margaret Thatcher por ser la primera mujer en gobernar sin ser reina. Ambos tuvieron un éxito espectacular. Habrá que esperar si Johnson, de ser seleccionado en mitad de la zozobra inglesa, sigue ese trípode imbatible de la política británica: Disraeli, Churchill y Thatcher. Son al menos tres ejemplos para seguir.