Faltando un par de semanas para las urnas es difícil desprenderse del día a día de las elecciones más importantes del mundo. En efecto, la campaña presidencial en los Estados Unidos ha venido dando un significativo viraje, de acuerdo con el seguimiento hecho en estas páginas editoriales.
En ese orden de ideas, habíamos señalado, desde comienzos de octubre y contra muchos de los vaticinios, un repunte del aspirante republicano Donald Trump en los siete estados “bisagra” (swing states), es decir, territorios estatales cuyas mayorías suelen rotarse indistintamente entre los dos partidos. Y que, en el argot norteamericano, constituyen el “campo de batalla” esencial. Porque al fin y al cabo son los que pueden inclinar la balanza en el colegio electoral, producto del sistema indirecto que allí existe.
En ese sentido, la exposición electoral de Trump ha pasado a significar desde ayer, no ya un repunte, sino una tendencia y un liderato más claro en tales esferas. Así ocurre, acorde con el portal Real Clear Politics (generalmente acertado), en Michigan, Pensilvania, Wisconsin, Nevada, Arizona, Georgia y Carolina del Norte.
Son, efectivamente, los estados “bisagra” en los que no hace más de tres semanas la candidata del Partido Demócrata, Kamala Harris, llevaba todas las de ganar. Y en los que principia a estar, en esos lugares, por debajo del expresidente republicano, aunque el promedio de encuestas pueda estar dentro del margen de error (como en general siempre se cuida el cientifismo electoral para justificar eventuales pifias).
El punto es que, en los últimos sondeos, aquella tendencia por Trump también comienza a aparecer en otros laboratorios de datos. Por ejemplo, ayer la acreditada revista “The Economist”, en consonancia con la compleja combinación de fórmulas matemáticas que practica, informa que por primera vez Trump ha pasado a comandar la contienda, superando el umbral de los 270 votos o la mitad más uno de los 578 delegados estatales en el colegio electoral, requisito exigido para poder ser declarado presidente. De hecho, en Real Clear Politics la tendencia señala que el tiquete Trump-Vance ganaría 312 delegados y el de Harris-Walz se quedaría con 226.
No deja, por lo demás, de ser una sorpresa que ciertos poderosos medios de comunicación estadounidenses, adictos al Partido Demócrata, estén virando sus pronósticos e incluso aceptando un empate en la votación nacional: impensable hace tan solo unos días.
Por su parte, en las casas de apuestas se han acrecentado las predicciones: 60% para Trump; 40% para Harris. En todo caso, una tómbola incierta.