* Hora de recapacitar
* El naufragio de los incisos
Muy posiblemente a otros partidos le haya ido bien o mal de acuerdo con lo que quiere expresar cada director para voltear los resultados a su favor, pero lo que no se puede desconocer es el descalabro del Partido Conservador y la necesidad de hacer un análisis juicioso y sereno de las circunstancias. De no hacerlo, camuflándose como el avestruz, es perder la oportunidad de generar una nueva dinámica que permita poner de nuevo a la colectividad a la altura de lo que se pretendió cuando se propuso y logró la elección popular de alcaldes y, posteriormente, de gobernadores. Se trataba, precisamente, de meterle más pueblo a la democracia y se pensaba que el Partido Conservador era un canal adecuado a los efectos, cuando en la época no sólo se obtenían alcaldías como la de Bogotá, sino que evidentemente se tenían las mayorías geográficas. Cada cual en su momento, Álvaro Gómez proponiendo la iniciativa como Misael Pastrana liderándola en su oportunidad, permitieron llevar a cabo el anhelo de hacer una democracia más popular. Y en principio fue así porque el conservatismo fue en acenso desde el punto de vista regional y local. Hoy, sin duda, es lamentable lo que está ocurriendo y no puede esconderse la realidad, so pena de que una de las colectividades históricas quede definitivamente sepultada.
El hecho perentorio y cierto es que la representación conservadora en el país se redujo dramáticamente, hasta el punto de apenas sobrevivir con algunos resultados exiguos que no dan ni mucho menos para cantar victoria, tampoco para declararse satisfechos y, por el contrario, para que las alarmas sirvan de acicate para producir el cambio que se requiere. Y así es al constatar las cifras.
En efecto, el número de concejales adscritos al Partido Conservador se redujo de 2.129 en 2007 a 1.267 en 2011, es decir, se perdieron casi mil líderes locales. De esta manera, se pasó de un 18% de ya precaria representación, a un 10%, rubro que, desde luego, indica la tendencia hacia la desaparición.
De la misma manera, de 242 alcaldías que se tenían hace cuatro años, hoy sólo quedan 193. Muy pocas son las de alguna significación nacional y desde luego el Partido no tiene el dominio sobre ninguna de las principales capitales. Lo mismo pasa con los diputados, que se redujeron de 74 a 54, aún a pesar de alegar rubros más altos de votación. Es cierto que para el caso de las Asambleas se aumentaron los votos, pero igualmente lo es que ello no sirvió en absoluto para mejorar la representación ni la participación por cuanto son bolsas electorales en pocos departamentos específicos, especialmente Atlántico y Norte de Santander. Las épocas en que el Partido Conservador preponderaba en las Asambleas son cosa del pasado y ya sólo representa un 13% de las mismas. Por igual, desde el punto de vista neto de la personería jurídica de las gobernaciones se pasó de cinco en el 2007 a una en el 2011, es decir, el 3%. Podrán alegarse coalicionismos pero ello es sólo un camuflaje de la estruendosa derrota.
En Antioquia la gobernación, que era baluarte conservador desde las épocas del general Berrío, ha cambiado de manos definitivamente, después de perderse y ser doblado, estruendosamente, el candidato conservador. En Norte de Santander, los conservadores hubieron de recurrir a firmas contra el candidato oficialista del Directorio. En Bogotá, a mitad de campaña hubo de retirarse el candidato conservador quien alegó falta de garantías por parte del Directorio Nacional. En Boyacá, el conservatismo fue derrotado en uno de sus fortines, tras de varios años de hacerle el juego a los Verdes. Y así sucesivamente en las diferentes entidades, donde apenas como adhesivos a candidaturas a alcaldías o gobernaciones prestadas, los aspirantes a concejos y asambleas hubieron de hacer campaña sin ninguna identidad. Y por eso se redujeron ostensiblemente todas las representaciones.
Las razones pueden ser muchas. Una de ellas, por estar sumidos en graves escándalos de corrupción; seguramente otra, por haber sido un simple adherente del entonces presidente Uribe sin ninguna idea propia, pero sobre todo porque el Partido se ha convertido en un feudo impenetrable, después, incluso, de haber mostrado el horrendo espectáculo de la división luego de los resultados de la consulta popular legítima de 2010. Es hora de recapacitar, el resto, como decía Gilberto Alzate, es naufragar en los incisos de unos estatutos, cuyo único propósito es el statuo quo y el autismo.