El legado de Gabo | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Abril de 2014

*Llueven las consejas

*La paz como objetivo nacional

Complicadísimo superar los ditirambos que desde todos los rincones del planeta han llovido sobre la memoria de Gabriel García Márquez, que van de lo sublime a lo grotesco, de lo genial a lo infantil y de lo crítico a la diatriba, de lo justo a lo absurdo; unos lo mandan a presidir el cielo y otros al infierno donde esperará a su compadre Fidel Castro. Y los demás protestan por lo que se dice desde la esquina política del escritor. No faltan los que lo denigran por sus posturas políticas y los que lo exaltan a las nubes por haber sido compañero de viaje de la izquierda. Algunos eruditos ensayan el análisis riguroso de sus obras, como La Hojarasca, una de las más controvertidas y plagadas de sorpresas, donde el tiempo se desplaza casi al azar del presente al pasado o a la inversa. García Márquez sienta una frase quizá conjetural, que aplica al desdén que él mismo sentía ante los honores y que viene al caso cuando Creonte castiga la memoria hasta en el cadáver de “Polinice, que miserablemente ha muerto, dicen que ha publicado un bando para que ningún ciudadano lo entierre ni lo llore, sino que insepulto y sin los honores del llanto, lo dejen para sabrosa presa de las aves que se abalancen a devorarlo”. Lo que definiría la tragedia de la partida, sin importar si se van con la gloria o desaparecen vencidos y en la ignominia.

Gabriel García Márquez había perdido la memoria hace algunos años; que es una forma de partir del mundanal ruido y sus disputas, alegrías y dolores, para observar sin emoción el mundo que lo rodea. Cuando un artista ya no puede crear, ni empuñar el pincel o escribir queda en la oscuridad, que es  un anticipo de vida angelical y dependencia de los seres queridos que lo asisten. Al perder la inmediatez de la memoria algunos recuerdos y sensaciones afloran de cuando en cuando, junto con esa sonrisa casi permanente que lo acompañaba en sus últimos días y conmovía a cuantos solían tomarse fotos con él, quien no los reconocía y de improviso ni fueron sus amigos, mas ingresaban a la intimidad del hogar o se acercaban en las raras salidas que hacía con Mercedes, su amantísima y dedicada esposa. Los personajes de las novelas del famoso literato, según comentaba Stevenson, uno de sus parientes que plasmó para niños escritos del maestro, eran los que él había inventado en sus escritos y novelas. Ese sería el nuevo mundo que poblaba la mente del escritor cuando estaba como ensimismado y ausente. El autor de Cien Años de Soledad seguía en su imaginación en contacto con su recuerdo literario y los seres creados por él cobraban de nuevo vida y lo acompañaban. Viajaba con su literatura y en ocasiones balbuceaba nombres, por ser sus amigos de sueños, eran Shakespeare y Cervantes, con los que tenía en común que se imitaban a sí mismos, ellos por coincidencia mueren el  23 de abril de 1516, así que por 7 días no falleció el mismo día, ni su familia ocultó la noticia como la del dictador Juan Vicente Gómez de Venezuela, para hacer coincidir su muerte con la del Libertador Simón Bolívar. En Aracataca, con entera seriedad, sus admiradores sostienen que mejor así, para que Gabo no opaque la memoria de los dos gigantes de la literatura. Ese es el realismo mágico.

¿Cuál es el legado póstumo de Gabo? Lo expresó claramente el expresidente Belisario Betancourt, la paz. Con independencia de los aciertos o equivocaciones de sus posturas políticas y sus amistades peligrosas, el escritor tuvo una obsesión colombianista que era superior a los desafíos que logró superar en su creatividad fantasiosa; que los colombianos viviesen en sosiego y pudiesen departir y vivir juntos, sin tratar de eliminarse por razones políticas. Ese legado de paz es el que debe prevalecer en la mente de nuestras gentes sin distinción de clases, abolengos, alforjas, edades ni condición humana. Ese noble y grandioso gesto sería el más hermoso homenaje al notable escritor que puso tan en alto el nombre de Colombia y que alcanzó fama universal que crecerá con los siglos, es la ofrenda que 40 millones de colombianos le debemos hacer, conseguir que los violentos dejen las armas y se consagre la paz.