El realismo mágico | El Nuevo Siglo
Sábado, 19 de Abril de 2014

*Relatos macondianos

*Sus imitadores resultan caricaturescos

 

Arturo Uslar Pietri, notable escritor venezolano, bautizó en el siglo XX, el auge de la literatura latinoamericana, en la que entre esa pléyade de maravillosos escritores sobresale Gabriel García Márquez, con el realismo mágico. El nombre pertenece ya a la historia. Las letras hispanoamericanas y universales se encuentran hoy de luto con la partida al otro mundo del Nobel colombiano.

En la edición especial de El Nuevo Siglo publicada ayer, Viernes Santo, y que hoy se reproduce a solicitud de los lectores, uno de los elementos llamativos es el reportaje exclusivo al expresidente Belisario Betancur, puesto que al entonces gobernante le correspondió el altísimo honor de acompañar a Gabo, en nombre de la Nación y de Hispanoamérica, en la gloriosa cita de la entrega del Premio Nobel de Literatura que pone en sus manos el rey de Suecia, con lo que se engrandecen las letras y la creatividad universal. La amistad de ambos personajes de la colombianidad es incuantificable, puesto que, como en las novelas de éste parece que se presentían genéticamente antes de conocerse. Los une no solamente la literatura, la condición de intelectuales colombianos, están íntimamente ligados por la ambición de alcanzar la paz y la irrevocable decisión de apagar el incendio en el que se consume el país. “García Márquez estaba siempre involucrado en todos los temas de paz.  A él le interesaba la paz más que cualesquiera otras preocupaciones, como fenomenología necesaria para Colombia y el continente. No se identificó nunca con las guerrillas. Nunca es nunca. Sino que se identificó con la búsqueda de la paz”. Belisario, testigo de excepción en Estocolmo, recuerda que el discurso del escritor es “una verdadera obra maestra sobre la base del pensamiento de las crónicas de Pigaletta, que fue uno de los cronistas que dieron la vuelta al continente americano y escribieron los primeros relatos sobre lo real maravilloso en la época de la Conquista”.

Gabriel García Márquez eleva a las cumbres el nombre de Colombia y de nuestras letras. La originalidad de su obra conmueve a los lectores del planeta. Las más cultivadas inteligencias reconocen el embrujo del realismo mágico. Ese universo de lectores se sorprende cuando se entera de que Gabo, desde sus primeras crónicas periodísticas daba muestras de esa extraordinaria sutileza, humor y rigor narrativo que se fundamenta en su voluntad de escribir con la mayor destreza y pulcritud, sin importar si se trata de un caso policial, social, político o un ensayo, cuento o novela.

Y lo que llamó más vivamente la atención de los críticos europeos y estadounidenses, como de nuestra región, es que así como Proust rompe con el modelo de novela que le antecedía, Gabo se sale de la rutina de la novelística urbana o rural para irrumpir como innovador con su narrativa que recoge las leyendas de la tierra colombiana Caribe, fundidas en el habla castellana, sin importar los orígenes orales desde la negritud, los indígenas o el criollaje. Esa mezcla se constituye en el personalísimo coctel de su prosa inimitable. En vano a raíz de la publicación de Cien Años de Soledad, generaciones enteras de escritores han intentado seguir sus pasos sin comprender que sin esos ingredientes ambientales que recopiló el novelista de sus coterráneos, las imitaciones se tornan vacías y caricaturescas.