Uno de los fenómenos criminales más extendidos en los últimos dos años es, sin duda alguna, el de la extorsión. En ciudades y municipios grandes, medianos y pequeños este delito ha venido creciendo de forma inusitada, llegando a ser el de mayor impacto en muchas poblaciones, incluso por encima de los hurtos.
Si bien es cierto que las autoridades policiales, militares, judiciales y demás organismos de seguridad han desplegado una estrategia a nivel nacional para contrarrestar este flagelo, que tiene detrás a organizaciones criminales de alto espectro, así como a bandas de delincuencia común, todavía falta mucho camino para erradicarlo.
De hecho, se ha venido denunciando que la profundización de la extorsión en algunos sectores de ciudades capitales está causando un incremento, lento pero progresivo, del desplazamiento forzado intraurbano. Es decir, de personas y familias enteras que al ser blanco de este tipo de intimidaciones prefieren cerrar sus negocios y trasladarse a otros sectores dentro de la misma urbe, con tal de quitarse de encima a los delincuentes, que día tras día aumentan sus exigencias económicas, así como las amenazas y acciones violentas para obtener su cometido.
No es fácil precisar la dimensión de este desplazamiento forzado intraurbano, ya que no se realiza de forma masiva sino con casos individuales, casi que a ‘cuentagotas’. Es más, en no pocas ocasiones se ha visto que familias o propietarios de tiendas, supermercados, salones de belleza y otro tipo de negocios realizan su jornada diaria de forma normal y, en horas de la noche o los fines de semana, de forma callada, se trastean, obviamente buscando que los extorsionistas no los detecten y persigan hasta su nueva ubicación.
Es imperativo que las autoridades redoblen sus operativos contra la extorsión. No solo hay que extremar la vigilancia en las cárceles, en donde hay muchos ‘centros de operación’ de estas redes criminales, sino también llevar a cabo una presencia mucho más efectiva y visible en las zonas de comercio de los barrios y localidades, con el fin de poder detectar a los distintos eslabones de estas bandas. El patrullaje constante de los uniformados, así como de personal de inteligencia encubierto, llevará a que la ciudadanía se sienta más segura a la hora de decidirse a denunciar que está siendo blanco de estas intimidaciones y señalar a los responsables para que puedan ser capturados y efectivamente judicializados.