¿Bolsonaro recibe dos países? | El Nuevo Siglo
Foto AFP.
Lunes, 29 de Octubre de 2018
Pablo Uribe Ruan

BRASIL, conocido todos los resultados de las elecciones del domingo, quedó fragmentado en dos partes. Aunque no significa que se pueda calificar exclusivamente al votante del Bolsonaro como blanco y rico, o al de Haddad como negro y pobre.

En Sao Paulo, Rio de Janeiro y Bello Horizonte el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) logró una votación superior al 30%, no tan baja como se esperaba. Y, parte de ella, fue en sectores de clase media, como explica Globo.

No obstante, es claro que el derechista venció en los estados de mayor ingreso y Haddad en los más pobres, una tendencia que permite, como lo han hecho lo medios locales, sacar la siguiente conclusión: el Brasil de menos recursos no está, en su mayoría, con el “capitán”.

Según el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Brasil, en las áreas con un ingreso per cápita “alto” o “muy alto” el capitán logró el 88% de los votos. En cambio, Haddad, en las regiones más pobres, obtuvo el 77%, indicando que evidentemente hubo una tendencia electoral por razones socioeconómicas que van de la mano con factores raciales.

El sábado, preocupado por la posible derrota del PT, confirmada horas después, el célebre interprete de Bossa Nova, Chico Buarque, trató de explicar el ascenso de Bolsonaro basado en esas diferencias económicas y raciales. Tras la derrota de Haddad, su música se convirtió en una especia de catarsis colectiva para la izquierda, con canciones como “a pesar de usted, mañana va ser otro día”, aquella mítica pieza de los tiempos de la dictadura.

 

Desgaste

El antipestismo, movimiento que movilizó a millones de personas contra Lula y Rousseff, principalmente, ha llevado a que en estas elecciones se rompan dos récords. Bolsonaro, por un lado, se convirtió en el primer candidato en la historia de Brasil en ser apuñalado y ganar unas elecciones; y, por el otro, es el tercer militar (retirado) elegido por voto directo, detrás de Hermes do Fonseca (1910) y Eurico Gaspar (1945).

Aparte de la corrupción, el PT parecía no tener posibilidad de ganar estas elecciones. Está desgastado. Casi dos décadas en el poder lo llevaron a ser visto por mucho como un partido con intereses hegemónicos interesado en perpetuarse en el poder.

Esto queda claro en el panorama electoral que dejaron los comicios del domingo, un triste desenlace para el partido de Lula. De acuerdo a Folha de Sao Paulo, el PT perdió en 533 bastiones electorales tradicionales de 3.151. Peor aún, el Partido Social Democrático de Brasil, de Cardozo, tampoco pudo endosarle algunos votos al socialista Haddad. En 1.098 escenarios de votación, de 1.100 considerados como suyos, los brasileños se inclinaron por Bolsonaro.

Lo descrito confirma, sin embargo, que el argumento de la fragmentación por clase social y raza no es tan claro, pues muchos votantes del PT, considerado una colectividad popular en los sectores menos favorecidos, se inclinaron por el derechista que los convenció con su discurso fuerte en religión y seguridad, dos preocupaciones latentes en la mayoría de brasileños.

Los habitantes de Bello Horizonte, una región minera e industrial con una tendencia hacia candidatos conservadores, nunca estuvieron de acuerdo con las políticas educativas del PT en educación, por ejemplo.

En charla con EL NUEVO SIGLO, un empresario textilero, Rafael, contó que cuando el PT gobernaba promovió unas cartillas sexuales que planteaban tipos de familia, propuesta que causó enorme polémica sobre todo en sectores religiosos.

Consciente de ello, Bolsonaro aprovechó esta coyuntura para traerla a colación durante la campaña e insistirle a sus electores que solo existía un modelo de familia. El domingo, luego de proclamarse Presidente electo, aseguró que se debe “respetar el derecho de los países de que sus hijos reciban una educación moral”.

 

No burocracia, y otras cosas

Mientras la izquierda no levanta cabeza, sumida en su peor crisis desde la transición a la democracia, Bolsonaro ha empezado a dar algunas pistas de lo que será su gobierno, incierto por su hermetismo electoral.

Nacido en Glicério, en el interior del estado de Sao Paulo, el “capitán” ha dicho que reestructurará los ministerios reduciéndolos de 29 a 15, una medida que busca controlar un presupuesto público elevado para los tiempos de la peor recesión de la historia de Brasil.

Otro de sus prioridades es implementar un modelo de seguridad en un país que alcanzó más de 63.000 homicidios en 2017. Para ello, ha hablado de ampliar los GLO, grupos de militares que se encargan de prestar seguridad en regiones problemáticas como las favelas de Rio de Janeiro.

Según Folha, algunos sectores de las fuerzas militares estarían preocupados por este incremento del uso de esta figura extraordinaria concebida por la Constitución de Brasil, pero que es vista por ellos como un recurso subsidiario a la tarea principal de la policía.

Para lograr que sus iniciativas se materialicen Bolsonaro debe contar con el apoyo de una bancada en el Congreso, que apenas está en formación. Luego de los comicios de primera vuelta, el Legislativo quedó fragmentado en 30 partidos, cifra histórica y que, además, es difícil para un Presidente que debe enfrentar a la colectividad con mayor representación, el PT.

El rumbo de Brasil, al menos desde el discurso, empieza a cambiar radicalmente. Antes de hablar con mandatarios de la región, Bolsonaro dejó claro con quien se reunirá primero. Se llama Donald Trump, quien le deseó “buena suerte”. Comienza otro país.