El antiliberalismo digital de Jair Bolsonaro | El Nuevo Siglo
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Miércoles, 24 de Octubre de 2018
Pablo Uribe Ruan
El ultraderechista ha confirmado que la política, además que en la calle, ahora se hace en las redes sociales para lograr imponer un modelo antiliberal 

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EL FUTURO, sea como un escenario de hiperrealidad o la materialización de aquella frase de Charles De Gaulle, de que Brasil es el país del futuro y siempre será, está a sólo cuatro días. El candidato ultraderechista Jair Bolsonaro para algunos representa la posibilidad de volver a la senda del crecimiento económico con estabilidad para los inversores; para otros, es el comienzo real y crudo del fin del liberalismo, mucho más que Trump.

Salvo que algo extraordinario pase, Bolsonaro se convertirá en el próximo presidente de Brasil este domingo y su llegada al Palacio de Planalto (sede presidencial) va a confirmar dos tesis.

Una, que la manera de hacer política se ha transformado, con una fuerte influencia de verdades paralelas que favorecen a candidatos de corte populista. Otra, que Brasil puede ser el pionero de los discursos antiliberales, porque Trump, pese a sus influjos contra el liberalismo, ha sido controlado por las fuertes instituciones norteamericanas: Congreso, cortes.

En 2016, cuando Trump sorprendió al mundo con su vertiginoso ascenso a la Casa Blanca, la mayoría de analistas intentaron explicar su éxito mediante el populismo. Se planteó que este término estaba en auge y que simplemente se estaba reacomodando a sus circunstancias históricas, como la revolución tecnológica.

Es claro, por no decir obvio, que Bolsonaro es un populista. Ha apelado a las emociones de un pueblo desposeído de toda credibilidad en la clase política y ha mezclado este desencanto con un fuerte discurso mesiánico. Lo que pasa es que lo mismo se hubiera podido decir de Lula, quien, si bien hacía parte de un partido tradicional (Partido de los Trabajadores), también decía algo parecido en 2002, cuando llegó a la presidencia por primera vez.

El domingo, más allá del mesianismo, los discursos antiestablecimiento y todo aquello que conforma la oración populista de derecha o izquierda, Bolsonaro dejará claro que está comenzando la “transición de la historia a la hiper-historia”, como explica el filósofo de la Universidad de Oxford, Luciano Floridi. Una nueva era, dice el catedrático, en que las categorías de pensamientos y de la política son refundadas.

Esa “hiper-historia” está estrechamente ligada a la idea de “hiperrealidad”, aquella que se acomoda a la verdad de un sector y se convalida en la nube, sea a través de redes sociales o Google. Allí, como en un tiempo lo fueron los panfletos políticos, hoy fluyen las “noticias falsas”, que en el caso de Brasil se han encargado de, como ha denunciado la Fiscalía y los medios, producir noticias que faltan a la verdad.

Este esquema, aparentemente financiado por grandes empresarios, tiene a Bolsonaro en una cima casi imposible de alcanzar. Los últimos sondeos hechos por Ibope y Datafolha muestran que el ultraderechista logra 57% de la intención de voto, mientras que Fernando Haddad, el candidato del PT, solo alcanza el 43%.

Lejos de haber cambiado, la diferencia sigue siendo casi la misma de los resultados finales de primera vuelta, desvirtuando aquella tesis de que Bolsonaro era el típico candidato que tenía un techo y de ahí no subía.

En Brasil, muchos analistas dicen que, antes de pensar en la crisis económica y de seguridad como principal factor que ha llevado al excapitán a esta escalada repentina, es claro que su éxito se debe a lo digital. Bolsonaro no es el candidato de un partido, ni de una coalición. Es el candidato de las redes sociales.

Esto, en un país con una joven democracia, restaurada hace menos de 40 años, puede parecer razonable. El desprestigio de los partidos ha llevado a que el discurso antiestablecimiento cale como ningún otro. Pero esto ocurre en Brasil, el quinto país más grande del mundo, y, como dijo De Gaulle, “el futuro”.

El fenómeno digital le ha dado la posibilidad al ultraderechista de romper con los partidos y la televisión, algo nunca antes visto. Para llegar a la Casa Blanca, Trump tuvo que aliarse con las bases del Partido Republicano y pactar con Fox News. Lo mismo, pero en Europa, hicieron Erdogan y Orbán. En Brasil, no ha sido así. Bolsonaro no ha tenido que aliarse con nadie. Tiene las redes; suficiente.

Según un reportaje de la periodista de Folha de Sao Paulo, Patricia Campos Mello, numerosos empresarios financiaron la producción de “cientos de millones de mensajes contra el PT para los celulares de los votantes”.

Invertir dinero en grupos que se encargan de producir noticias parece, de lejos, la mejor forma de llegarle al votante. Basta comparar los espacios que Bolsonaro y Geraldo Alckim han tenido en televisión para darse cuenta que este mítico escenario ha perdido interés para los favoritos. El primero solo tuvo 30 segundos, mientras que el segundo superaba los 4 minutos.

El fenómeno digital, sin embargo, solo ha sido un vehículo para que el ultraderechista se posicione como un contundente favorito. Su finalidad sigue siendo, en estricto sentido, antiliberal: cerrar las cortes, perseguir a los “marginales rojos”.

El hijo de Bolsonaro, Eduardo, más radical que su padre y jefe de la campaña, ha resumido esta semana de qué se trata su programa político. “Una limpieza nunca vista en la historia de Brasil” dijo y, agregó, “basta un soldado y un cabo para cerrar el Tribunal Supremo Federal (cortes)”.

Es el antiliberalismo digital.