Estados Unidos: convulsiones democráticas en el siglo XXI | El Nuevo Siglo
LA IRRUPCIÓN de un grupo de seguidores de Trump al Capitolio el pasado miércoles evidenció que Estados Unidos está más polarizado que nunca
foto archivo AFP
Domingo, 10 de Enero de 2021
Giovanni Reyes

Una visión inicial acerca de los estruendosos y vergonzantes acontecimientos acaecidos en Washington D.C. el pasado miércoles 6 de enero de 2021, lo que provoca es precisamente eso: una emergencia de epítetos y adjetivos. Los calificativos pueden fácilmente precipitarse de manera copiosa, pueden devenir en una tempestuosa adjudicación de membretes que amenazaría con ser apasionada e interminable.

Esas prácticas ocurren con mayor intensidad -como es normalmente explicable- en ámbitos de significativa polarización política.  Sin embargo, si se desea hacer un análisis más detallado y sensato de los acontecimientos podemos llegar a las explicaciones científicas de fondo y -más importante aún- al descubrimiento de dinámicas de trasfondo que se pueden derivar de una aproximación filosófica a partir de los diferentes campos, tales como la lógica, la teoría de valores o axiología, la teoría de conocimiento o epistemología.

Frente a las referidas vicisitudes en Washington y dadas las limitaciones de extensión de esta nota, rápidamente se presentan cuatro rasgos fundamentales.

Primero. El elemento cultural o antropológico de la violencia. Desde luego, reflexivamente, se puede encontrar explicación al comportamiento de los trumpistas. Las causalidades se relacionan con una cultura de violencia en el país.  Una tendencia que ha ido saturando la identidad “normal” en la cotidianidad estadounidense.

Uno de los indicadores es el prototipo “Rambo”.  Ante la victoria de los vietnamitas y la retirada de Estados Unidos en Saigón el 30 de abril de 1975, esto se “compensa” en el imaginario colectivo, o imaginario social, con Rambo, el de las películas.  Es un paradigma de conducta.  Él, en solitario, puede ganarles siempre a los asiáticos. Los medios de comunicación masiva coadyuvan a dar forma a las percepciones de los diferentes grupos sociales, véase, por ejemplo, “Teoría de la Acción Comunicativa” (1984) de Jürgen Habermas (1929 - ).

Es ganar, siempre ganar. Nunca se acepta la derrota. Aceptar desatinos no es “de hombres”.  Es la actitud del matoneo.  Nunca debilidad, nunca ceder. Ante los errores, nunca aceptarlos, “vos siempre lo negás”, dice el consejo. Eso lo sabe Trump y lo administra. La evidencia demuestra que esos rasgos generan identidades de grupo. No es de olvidarlo: en las pasadas elecciones logró 74 millones de votos.

Segundo. Los trumpistas sufren y aparecen en general, como los marginados por las nuevas dinámicas que está imponiendo la actual globalización. Véase por ejemplo el comportamiento de los estados del “cinturón del óxido” -Wisconsin, Michigan, Pennsylvania y hasta cierto punto Minnesota-. Biden logró recuperar esos estados, en particular los primeros tres, pero no es de engañarnos. Los mismos, son ahora, “estados columpio o cambiantes”.

En esos estados se tenía un importante entramado de industrias, no sólo automotrices, sino de todo el conjunto de empresas que se requiere, a manera de “clúster”, es decir, de un conjunto de organizaciones productivas que se complementan entre sí en un área determinada. Con ello se conforman escenarios para el empleo y la competitividad.

Hasta allí todo bien.  Pero eso fue en el pasado.  Ahora los empleos se han ido a otras latitudes. El libre comercio promueve esa transformación y no se han implementado efectivas compensaciones para el desempleo. En esto último ha influido la reducción de ingresos y competencias para los gobiernos tanto locales como estatales, y desde luego, la reducción de posibilidades del gobierno federal en Estados Unidos.

Al respecto, por ejemplo, véase cómo el 10% más rico en Europa, en general paga cerca de un 26% de sus ingresos en impuestos.  En Estados Unidos -luego de los recortes del mismo Trump- el 10% más rico paga casi un 14% en impuestos. He allí un elemento de distorsión del mensaje presidencial. El actual mandatario dice representar los intereses de los necesitados, pero al final les reduce las reales y efectivas posibilidades de superación, de ampliación de oportunidades y de aumento de capacidades.  Es evidente que los dobleces demagógicos también se nutren de la ignorancia y la indiferencia de las personas.

Tercero. El peligro del populismo.  En esto se incluyen muchos componentes.  Pero es de señalar que los mismos abarcan la xenofobia -el odio a los extranjeros-, al “otro”.  Esto tiene carácter explosivo si se adereza con violencia y posesión de armas.  Las grotescas escenas de la toma del Capitolio en Washington del pasado 6 de enero, dan cuenta de ello. El odio al extranjero permite exonerar a los “blancos” de responsabilidades en sus condiciones de vida.  Los “otros” son culpables de los infortunios. Eso se vincula con la “actitud de tribu”, la identidad del grupo que se auto-fortalece de manera recurrente.

Cuarto. Finalmente, el Colegio Electoral y la educación. No todos los votos valen lo mismo. De ninguna manera. La tendencia es que los estados con relativa menor población tienen votos con un mayor “peso per-cápita” en la influencia electoral.  De allí que se puede ganar en voto popular, pero perder en el Colegio Electoral, como bien lo han entendido, últimamente, Al Gore en 2000 y Hillary Clinton en 2016.  Esto se relaciona por otro lado, con la educación en general que tienen los estadounidenses y su capacidad de diálogos reflexivos. Una deficiente formación especialmente en primaria y secundaria.

Desde una perspectiva humana es de no olvidar que, lamentablemente, hubo cuatro muertos en la refriega sangrienta de ese aciago día. Por ahora, las instituciones de la democracia estadounidense parece que resistirán la contundente y trágica embestida a la que son sometidas. Pero los problemas de representatividad están intactos y acechantes. Permanecen amenazantes en cuanto a propiciar democracias de fachada, con todas las convulsiones que esto implica, como recientemente lo hemos podido atestiguar.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.