La convulsa situación política en Bolivia alcanzó un punto crítico con el intento de golpe de Estado supuestamente liderado por el general Juan José Zúñiga. Este militar de alto rango, quien asumió como comandante del Ejército en noviembre de 2022, ha emergido como una figura central en los recientes disturbios que han sacudido la capital, La Paz.
El miércoles 26 de junio, Zúñiga y sus seguidores irrumpieron en el Palacio Presidencial, enfrentándose a las fuerzas leales al presidente Luis Arce y desencadenando una crisis que ha sido denunciada como un serio peligro para la estabilidad democrática del país. El presidente Arce ha calificado estos movimientos como un intento de golpe de Estado, subrayando la presencia de tanques militares en las calles como evidencia de las intenciones subversivas de Zúñiga y sus partidarios.
Antes de este incidente, Zúñiga ya había sido objeto de controversia. En el pasado, fue acusado de corrupción y vinculado con actividades ilícitas, incluyendo el narcotráfico, aunque el gobierno boliviano ha negado tales acusaciones. Además, ha mantenido una postura firme contra el expresidente Evo Morales, a quien ha prohibido legalmente postularse nuevamente a la presidencia, desafiando las decisiones judiciales y políticas del país.
El enfrentamiento entre Zúñiga y Morales no es nuevo. Desde su ascenso al mando, Zúñiga ha utilizado su posición para denunciar públicamente a Morales y a su partido político, acusándolos de amenazar la democracia boliviana. Sus declaraciones han alimentado tensiones políticas ya existentes y han polarizado aún más a la sociedad boliviana.
La comunidad internacional ha reaccionado con preocupación ante los eventos en Bolivia. La Organización de Estados Americanos (OEA) y varios países han condenado firmemente cualquier intento de alterar el orden constitucional legítimo en el país, instando al respeto de los procesos democráticos y al diálogo como vías para resolver las diferencias políticas.
En respuesta a la crisis, el presidente Arce ha tomado medidas drásticas, destituyendo a Zúñiga de su cargo como comandante del Ejército y nombrando nuevos líderes militares para restaurar la calma y la legalidad en Bolivia. Estos movimientos buscan mitigar las tensiones internas y evitar una escalada mayor de la crisis política que enfrenta el país andino.