Reforma migratoria de Trump: un juego electoral | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 18 de Mayo de 2019
Redacción internacional

“DE SER adoptado, nuestro plan transformará el sistema de inmigración de Estados Unidos en el orgullo de nuestra nación y la envidia del mundo moderno”, dijo, el jueves por la noche, Donald Trump, tras presentar su esperada reforma migratoria.

La reforma presentada por el Presidente busca que todos aquellos que inmigren a Estados Unidos sepan inglés y conozcan un mínimo de historia del país, para así tener unos migrantes “con mayores capacidades”. “El cambio más grande que hacemos es aumentar la proporción de inmigrantes altamente calificados del 12% al 57%, y nos gustaría ver si incluso podemos aumentarlo más”, explicó.

Para él, la condición necesaria de un inmigrante es aportar al crecimiento de la primera economía del mundo, más allá de las circunstancias de tiempo, modo y lugar que llevaron a la persona a moverse a otro país. “Nos hará más competitivos”, dijo, adoptando un modelo que venía pidiendo el ala más radical del Partido Republicano y parte importante de sus votantes.

Hace poco, ya decía un analista que Trump  -candidato a la reelección- necesitaba tomar decisiones más drásticas y acordes con lo que sus electores lo habían elegido en 2016. Estas dos semanas han demostrado que tales movimientos están en marcha con la agudización de la crisis con China y el lanzamiento de la reforma migratoria, criticada por amplios sectores en Estados Unidos.

Principio de reciprocidad

En el papel, aunque la reforma parezca válida, sus detractores han dicho que esconde un bloqueo migratorio progresivo y va en contra del principio de reciprocidad que defiende el derecho internacional, el cual busca que las naciones más prósperas que producen sus riquezas en regiones más pobres, abran sus puertas, sea cuál sea la condición de los migrantes (salvo que sean ilegales).

Para Trump, sin embargo, la falta de idoneidad de los migrantes hace que, pese a su necesidad, la prosperidad de Estados Unidos se vea afectada. Aunque esta es una visión ampliamente defendida por sus bases, es cierto que muchos estudios, empezando por las publicaciones de Pew Research, han demostrado que la migración de todas las categorías ha tenido un impacto positivo en la economía norteamericana.

Los defensores de la migración explican, además, que este crecimiento se ha visto empujado por una división clara del trabajo al estilo de Durkheim, creando empleos en sectores donde, como comúnmente se dice en Estados Unidos, los norteamericanos ya no trabajan.

Parece ser, no obstante, que las tases de criminalidad asociadas con migrantes, sean latinos -especialmente-, asiático o árabes, son altas, un argumento que también ha sido desvirtuado con los estudios.

Es claro que los niveles de criminalidad no están sujetos específicamente al migrante. Tienden, más bien, a asociarse con las posibilidades de empleo que existe en las ciudades, que varían independientemente de si se es norteamericano, residente o ilegal y pueden conllevar al crimen organizado o al microtráfico.

Trump y sus seguidores, no obstante, argumentan que sí hay un nexo causal entre migración y criminalidad. Aducen, especialmente, que los norteamericanos invierten enormes sumas de los contribuyentes en proyectos en los países de los migrantes (Centro y Suramérica, por ejemplo) y esa inversión no se ve reflejada en un descenso de la criminalidad y la migración.

Defienden, además, que el derecho de asilo ha sido usado de manera arbitraria en el país. “Nuestra nación orgullosamente ha brindado a lo largo de la historia protección a aquellos que huyen de persecuciones gubernamentales. Desafortunadamente, los solicitantes legítimos de asilo están siendo desplazados por quienes presentan demandas frívolas”, dijo Trump.

Frente a ese argumento, los detractores de la reforma migratoria advierten que Estados Unidos ha sido un país construido sobre principios democráticos y de libre movilidad, por tanto, el derecho al asilo debe ser exequible para todos aquellos que vean amenazados sus derechos políticos y civiles.

Trámite

Como toda reforma, debe tramitarse en el Congreso, donde Trump tiene mayorías en el Senado, pero es minoría en la Cámara de Representantes. ¿Podrá aprobar esta ley? ¿No será, más bien, un acto de campaña?

Estas preguntas, lejos de poderse responder ahora, son fundamentales para tener en cuenta que la migración ha sido una obsesión de Trump desde que llegó a la Casa Blanca, sin embargo, sus intentos por modificarla han sido muy bajos, por ahora.

Para ser aprobada la ley debe contar con el visto bueno de las dos cámaras, que una de ellas, como se sabe, está en manos de los Demócratas, férreos opositores a cualquier reforma que modifique los principios que sentó Barack Obama durante su mandato; uno de ellos, el DACA (ley de los soñadores).

A lo largo de los últimos dos años, Trump ha intentado modificar el DACA, una ley que les da la ciudadanía a todos los hijos de migrantes ilegales nacidos en Estados Unidos. De momento, sus esfuerzos han sido en vano, generando una serie de antecedentes que aplican para este caso.

Aceptada o no por el Congreso, la reforma migratoria planteada por Trump no parece atacar el problema de fondo. ¿Qué hacer con 11 millones de inmigrantes ilegales que viven en territorio norteamericano?

Ese es, en una escala de mayor a menor, el problema más grande que tiene Estados Unidos. El Presidente ha insistido en muros y reformas migratorios, pero con estas medidas desconoce que el problema está dentro de sus fronteras