Techo de cuerpos y almas
Es sano admitir que hay motivos para tener no solo ilusiones, sino razones para la esperanza.
Casi como un antídoto para no morir de vergüenza y depresión, por un país donde las balas perdidas perforan vientres de niños, y criaturas de once años abandonan las aulas por amenazas y enganche de las bandas criminales, es preciso reconocer que hay gente no solo buena, sino que no se da por vencida, y actúa.