Para abordar la coyuntura de racionamiento de recurso hídrico que se afronta en Bogotá, se debe entender que esta situación es consecuencia del relacionamiento que se tiene con la naturaleza, el desarrollo como ciudad, el comportamiento como individuos y sobre todo la crisis por cambio climático.
El abastecimiento de agua para consumo doméstico es un sistema como bien dice la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), contamos el sistema norte que lo componen los embalses de Sisga, Tominé y Neusa con la planta de tratamiento de agua potable PTAP de Tibitoc, con el sistema del páramo de Chingaza que lo compone los embalses de Chuza y San Rafael junto a la planta de tratamiento de agua potable Wiesner y el sistema sur del páramo de Sumapaz con los embalses de La Regadera , el balse de Chisacá con la PTAP del Dorado en uval de la localidad de Usme.
Teniendo una gran infraestructura hidráulica y de saneamiento, Bogotá es muy vulnerable a la actual crisis de cambio climático. Colombia está entre los 5 países que más va a sufrir las consecuencias por el cambio climático, el actual racionamiento es la primera alarma debido a que la variabilidad del régimen de lluvias y sequía que está afectando en su totalidad a la capital de la República, como también el resto del país, afectando también la generación de energía ya que esta depende en un gran porcentaje de las centrales hidroeléctricas.
Así mismo, entre empresas, instituciones y ciudadanos se debe cambiar el comportamiento con el recurso hídrico, tener un consumo racional y consciente, para así evitar racionamientos, un consumo racional empezando con quitarnos el chip mental de que somos el “país más rico en agua” eso ha sido un imaginario colectivo que de forma negativa a provocado un derroche y consumo excesivo, de acuerdo a la OCDE somos el país con el mayor consumo de agua per capita del mundo , un consumo de 1988 litros por persona y con un acceso desigual en el recurso hídrico en sus habitantes.
De acuerdo con el DANE para el 2023 en el país había 3,2 millones de personas que no tenían acceso a agua potable, de las cuales 2,6 millones viven en áreas rurales y 0,6 en zonas urbanas, incluso datos del concejo de Bogotá en la ciudad hay 800 mil familias que aún no tienen acceso a agua potable.
La Alcaldía ha fijado meta bajo racionamiento un consumo a toda ciudad de 15 m3/s, actualmente se está consumiendo 16.94, es decir estamos por encima en 1.94 y el sistema de Chingaza está a una capacidad de 51,27%, siendo la meta lograrlo tener a 70%, la invitación debe ser a un consumo racional, no al acaparamiento de agua en canecas y tanques, al uso racional y consciente no solo por la actual coyuntura, si no de forma permanente.
Según la Unidad de Gestión ambiental de la Universidad El Bosque, en la institución educativa se han adelantado campañas en este aspecto como “cada gota cuenta” y han tomado varias medidas técnicas con dispositivos de sensor para los lavamanos, el mantenimiento preventivo de equipos y red hidráulica como también empezar ampliar el aprovechamiento de otras alternativas de abastecimiento que no dependan del servicio público del acueducto. “En la Universidad tenemos un consumo optimo y hemos reducido en los últimos meses el 2% con referencia al semestre del año anterior. Hemos hecho todos los esfuerzos administrativos y técnicos para seguir con compromiso de ser una institución sostenible” Marlon Shamir.
Debemos empezar a tener una visión más allá del ordenamiento territorial alrededor del agua, la regeneración y sostenibilidad, Bogotá y el resto del país deben fijar como elemento estratégico para el desarrollo, la seguridad hídrica, que hoy varios países han llevado incluso a fijarla como un elemento de seguridad nacional de alto nivel para garantizar tanto la preservación de los ecosistemas como la salud pública, el crecimiento económico y desarrollo social equitativo.